04/11/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Los partidos aparecieron como expresiones políticas de intereses, aspiraciones y expectativas de clases sociales determinadas en pugna por el poder público representado por el Estado en sus diversas manifestaciones. Se crearon, por eso, como instrumentos de intermediación entre la sociedad civil y la sociedad pública.
Por ello los partidos deben tener componentes ideológicos, políticos, programáticos, organizacionales y de conducción. Que solo unos pocos cumplen en el país. Los denominados históricos y tradicionales, muy venido a menos. Para gran parte del país son los principales responsables de los problemas estructurales y coyunturales que confrontamos.
Por eso, desde hace ya varias décadas estamos asistiendo a un doble proceso político, tanto de declive, degeneración y descenso de los partidos políticos de larga data; como de auge y ascenso de organizaciones políticas recientes o nuevas.
Pareciera que la mayoría de la población ya no cree en las propuestas y personas que lideran e integran los partidos ideológicos, políticos y programáticos. Están creyendo más en los discursos que emiten los líderes y dirigentes emergentes sin historia y sin pasado.
Sin embargo, los resultados de gestión nacional, regional o local son negativos. Hasta ahora, vienen demostrando que son mucho más ineficientes y corruptos que los políticos tradicionales que han logrado desplazar.
Por eso, y mucho más, los partidos históricos tienen la oportunidad de demostrar que son mejores en todo que los partidos emergentes. Cosa que no han hecho como debieran, haciendo daño, finalmente, a sus propias organizaciones.
El mejor ejemplo de ello es el PARTIDO APRISTA PERUANO que acaba de culminar su 25 Congreso en el que no se agendó, debatió o aprobó los temas fundamentales de toda organización política, que están referidos a la línea política y las propuestas programáticas; tampoco los que están relacionados con la estructura organizacional y la conducción; y mucho menos aquellos articulados con la conducta ética y moral.
Ha sido tan solo un evento exclusivamente electoralista que ni siquiera ha servido para elegir una conducción de consenso que integre a todas las expresiones del aprismo; sino más bien para imponer como sea a un segmento para apoderarse del Partido del Pueblo y seguirlo teniendo secuestrado contra la voluntad de la mayoría.
De tal modo que los militantes han contemplado y asistido a un proceso eleccionario de escasa o nula participación. Solo asistió y voto una minoría. En algunos casos no se respetó los resultados. En otros se inventaron representaciones. Finalmente se impuso una conducción que no expresa realmente al aprismo auténtico.
No se puede conducir un partido ni un país haciendo trampa o fraude. Los gobiernos de las instituciones y los países requieren de la validación que otorga la legalidad y la legitimidad, juntas, no separadas. Así lo demuestra la historia de las naciones y las organizaciones. Menos con la mitad o la mayoría excluida o marginada. Peor aún, con representantes que no tienen calidad, capacidad y condiciones; tampoco conducta y comportamiento. Más grave, en un mundo globalizado donde se exige inteligencia y conocimientos para competir con calidad y excelencia.