OPINIÓN | Víctor López García: "El APRA nunca muere"
Desde su aparición competitiva en el mundo político latinoamericano como APRA (1924) que HAYA DE LA TORRE denominó indoamericano y peruano (1930) como Partido Aprista Peruano, los adversarios nacionales desde las derechas (aristocracias, plutocracias, burguesías, latifundistas) hasta las izquierdas (marxistas, leninistas, trotskistas, maoístas, castristas, guevaristas); así como los contrincantes internacionales (imperialismos norteamericano y soviético) siempre quisieron destruir al aprismo, como ideología o doctrina; o como partido, estructura y liderazgo. Y no lo consiguieron. Ensayaron diversas fórmulas. Desde cuestionar los fundamentos teóricos, conceptuales y metodológicos que demostraron ser mucho más lúcidos y coherentes que los congelados e inamovibles planteamientos importados del comunismo global. Hasta atacar bajo distintas formas al aparato político y el liderazgo para bloquear la capacidad de conducción y dirección del Partido del Pueblo. Concentrando siempre las agresiones en los líderes más representativos que hemos tenido, desde Haya de la Torre hasta Alan García (guardando las distancias, identidades y cualidades de cada quién).
Durante décadas unos y otros enemigos del aprismo, solos o juntos, coincidieron en sus intereses compartidos de evitar que el partido llegara al Gobierno con Haya de la Torre como presidente. El Perú perdió la oportunidad de que Víctor Raúl haya llegado en su mejor momento y en su tiempo a regir los destinos del país con un equipo de lucidos y coherentes líderes que además eran destacados profesionales en los diversos ámbitos profesionales como Manuel Seoane (creador del Día de la Fraternidad el 22 de febrero), Luis Alberto Sánchez, Ramiro Prialé, Luis Heysen, Andrés Townsend y demás eficientes y transparentes cuadros que hubieran hecho un Gobierno de desarrollo económico, progreso social y modernización política y gubernamental en el "espacio tiempo" justo en que el Perú, América Latina y el Mundo demandaba una "revolución de pan con libertad" que siempre fue la síntesis de la propuesta aprista. El país perdió la mejor oportunidad histórica que tuvo para cambiar en positivo.
Durante sucesivos regímenes autoritarios, dictatoriales y tiránicos siempre dijeron que mataban al APRA, como doctrina y como aparato, pero siguió viviendo como ideología y como partido. Más bien perecieron quienes postularon su deceso. Como decía el famoso poema "QUERRÁN MATARLO Y NO PODRÁN MATARLO". A pesar de décadas de mantener al aprismo fuera de la ley, de implacable persecución encerrando, desterrando y asesinando líderes y dirigentes; el partido siempre se levantó desde las catacumbas de la exclusión y la marginalidad para seguir siendo el abanderado de los postulados más emblemáticos del país y del pueblo. En la línea de izquierda democrática (de la que nunca debimos apartarnos en los dos gobiernos alanistas) de identidad y compromiso con las inmensas mayorías para hacer posible la revolución de pan con libertad, que sigue estando vigente todavía.
Por eso, saludo con gratitud y respeto las opiniones públicas de Ricardo Belmont (dos veces alcalde de Lima) y de Rafael Roncagliolo (excanciller del Perú) quienes han declarado y escrito, fundamentando, que EL APRA NUNCA MUERE.