Opinión | Víctor López García: Burla, ofensa, verguenza
Parecía imposible que el criminal y corrupto gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, iniciado por Chávez y continuado por Maduro, pudiera obtener un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y lo consiguió por 105 votos contra 106 votos que obtuvo Costa Rica, el país con la más larga tradición democrática de América del Sur, cuya candidatura surgió hace dos semanas como un intento de evitar que el totalitarismo genocida comunista que perpetra la Patria del Libertador pudiera lograr su cometido. Fue posible por el apoyo de los países africanos, árabes y los socios imperialistas globales con sus amigos latinoamericanos del Foro de Sao Paulo.
Es inaudito que la institución más representativa del mundo, integrada por la casi totalidad de países del orbe, premie de esta manera a uno de los pocos países más crueles y sanguinarios de los últimos tiempos cuyos crímenes de lesa humanidad han sido denunciados por la propia Michelle Bachelet, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en un documento que informa de alrededor de 6,800 ejecuciones extrajudiciales que habrían sido realizadas por las Fuerzas de Acciones Especiales de Venezuela (FAES) solo entre enero de 2018 y mayo de 2019 (pues el informe fue realizado en julio); así como persecuciones, detenciones arbitrarias, cárceles asesinas, torturas inimaginables; además de la presión, el terror y el miedo de las fuerzas armadas, policiales y parapoliciales al servicio exclusivo de la dictadura para mantenerse en el poder en contra de la voluntad mayoritaria del pueblo llanero.
Sin duda, que esta nominación de un régimen criminal y corrupto en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas es una burla, una ofensa, una vergüenza y muchos calificativos más, que hablan muy mal de la "democracia interna" y de la "fuerza de los votos" en las entidades internacionales. Porque no hay forma de negar que el gobierno de Venezuela no sea totalitario y genocida. Porque, además, viene condenando a su pueblo al hambre y la miseria, a las enfermedades y la muerte; al punto que ya cerca de cinco millones de personas han tenido que huir del país para sobrevivir con dignidad; como lo vienen haciendo la inmensa mayoría en Colombia, Perú, Ecuador y Chile, principalmente, generando problemas adicionales que no estaban previstos y para los cuales tampoco estaban preparados.
Por estas razones, entre otras, es que lo que ocurre en el país hermano nos duele e importa. Y la única solución al problema está en la propia tierra llanera; más que fuera. Se trata de terminar con la dictadura como sea. Su entraña totalitaria y genocida justifica cualquier alternativa. Es mucho más grave el daño que le hace la dictadura corrupta y criminal a su propio pueblo y a la región. Por supuesto, que la principal responsabilidad les corresponde a los propios venezolanos de la oposición democrática que debieran hacer sus mejores esfuerzos y jugarse por entero. Hay quienes creen que no han hecho bien las cosas y tampoco lo suficiente. Pero también los vecinos tenemos incumbencia de todo tipo. Tenemos que acabar con los comunistas del Foro de Sao Paulo y del "socialismo del Siglo XXI" que están perpetrando a la Patria de Bolívar y pretenden hacer lo mismo con otras naciones que están a punto de elegir a sus gobernantes. Entre ellos el Perú, donde las izquierdas son hermanas ideológicas, políticas y programáticas.