09/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
La prisa es muy mala consejera. La historia nos cuenta que enormes tragedias se pudieron evitar si alguien la pensaba mejor antes de lanzar a un ejército o a un equipo humano a la más estrepitosa de las derrotas. Es bueno releer el pasado para evitar costosos errores que, como es el caso de Venezuela, pueden terminar convirtiendo a ese país en una ruina física y humanitaria, como Siria y el Medio Oriente.
Un caso extremo, de no medir las consecuencias de decisiones prejuiciosas y apresuradas es el masivo exterminio de gatos en la Europa medieval, los cuales casi desaparecieron por acción de muchos buenos católicos. Al disminuir los mininos, se multiplicaron las ratas. Las ratas difundieron la peste negra que cobró la vida de 100 millones de personas. El papa Gregorio X, había difundido y validado el rumor de que los gatos eran relacionados con el demonio. Su prisa por tener un tema que moviera a los fieles, dado que las Cruzadas habían perdido su atractivo, lo llevó a tomar una decisión funesta que devastó Europa.
Los grandes líderes de la historia, como Winston Churchill, se diferencian de los villanos porque tomaban decisiones, ponderando sus efectos sobre las personas y naciones del mundo. Aplicaban una fuerza de diez a uno para vencer solo cuando el enemigo estaba debilitado, o la correlación a ganar, de ir a la guerra, aseguraba una victoria total. Con el ingreso de EE.UU., que implicó esperar con paciencia de santo y negociar con un gobierno reacio, el apoyo a los Aliados, la prudencia dio sus frutos para conquistar la paz. Con los rusos, sus enemigos, y con los americanos, sus amigos, pactaron para unir una fuerza de 10 para aplastar a Hitler.
Sin ir muy lejos, la doctrina militar de los incas los indicaba evitar las batallas y la guerra, prefiriendo la negociación con los jefes de las etnias que pensaban conquistar, reservando la guerra solo a retadores contumaces como fueron los Chancas. La conquista del Imperio chimú, por ejemplo, no fue una sucesión de sangrientas batallas, los Incas tomaron las alturas andinas y cortaron el agua. En cuatro años, el Señor de los Chimú paseaba en su anda por todo el Perú, al lado derecho del Inca, mientras cientos de sus orfebres trabajaban joyas para el emperador en el Cusco. Una práctica de negociación que Garcilaso y los cronistas describen en sus relatos y relaciones sobre el Perú.
Hasta un héroe del Perú, como el mariscal Andrés Avelino Cáceres, perdió una batalla decisiva, según varios historiadores, cuando creyó haber ganado en Huamachuco, seguridad que lo llevó a mover sus cañones y tropa dando inesperado espacio a la victoria chilena. Perdió la batalla que culminó en una masacre que decidió la suerte de la guerra a favor de Chile.
El Grupo de Lima no puede seguir al presidente Trump en una aventura militar en Venezuela. Derrocar a Maduro por la vía de la intervención militar puede ser el inicio de la primera guerra internacional en el continente latinoamericano desde la Independencia. Aun cuando se plantea una operación quirúrgica, como fueron Granada o Panamá en tiempos de Bush, el costo económico y militar puede detener el desarrollo de la región y generar una tensión geopolítica impredecible. Más lógico resulta que se siga con la actual estrategia de contraponer el poder de dos presidentes: Guaidó y Maduro, posición que permite acumular fuerzas civiles y ciudadanas en el país llanero y todo el mundo, ahogando a la dictadura en un mar de gente descontenta. Que Torre Tagle no le haga caso a Trump.