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Opinión | Rubén Quiroz Ávila: Oficio crítico 2019

rubben
29-11-2019

Sergio Velarde es un incansable promotor de las artes escénicas en nuestro país. Para ello, además de asiduo y entusiasta actor, su presencia es incesante y permanente, con emitir, a través de su plataforma, Oficio Crítico, una mirada, un enfoque, una apreciación a las obras que se van presentando en el país. Once años sin detenerse. Ello permite que su rol de crítico teatral, al gestionar ese espacio perseverante, sea indispensable para reunir a los elencos en una reunión anual donde se premia a la comunidad teatral peruana. Por lo tanto, ese esfuerzo y compromiso son esenciales para que las artes teatrales piensen sus propios procesos y resultados. Pero, necesariamente, nos lleva a pensar sobre la misma naturaleza de la crítica teatral contemporánea.

Esto significa que hacer crítica no es una ciencia exacta, ni menos, ilusamente pretender, que es el grado cero de la objetividad. Por supuesto, uno incorpora filtros y criterios para definir el análisis de toda puesta de escena. Es decir, no es solo la historia, la actuación y los demás elementos escénicos, sino también el impacto que ocasiona en un espectador y más cuando es quien debe hacer la reseña respectiva. O sea, el crítico teatral también es afectado por sus emociones al escribir. No se hace un resumen ejecutivo frío, sino un mix de lo que ha provocado en la zona emotiva y la conversión de ello a un texto legible. Uno puede quedar fascinado por el espectáculo a tal punto que convertir esa seducción está más cerca de un apologético que dé una mesurada descripción. O ver un bodrio intragable, hasta punible, y tiene, el crítico receptor, dos opciones: pasa al silencio pudoroso y casi cómplice o disecciona. Por supuesto, la idea es que en todos los casos se guarden las formas, pero también indicando las inmensas mejoras de oportunidad que tiene el experimento.

Entonces ser crítico teatral tiene un primer nivel de responsabilidad: ser honesto consigo mismo. Eso significa que los debates interiores para plantear el análisis, pueden, sin recato, incorporar las emociones, pero con la mesura suficiente para no asumir que más bien forma parte del staff de su equipo de marketing. Su segundo nivel, es ser transparentes con las obras mismas. Le hace más daño a la comunidad teatral en general cuando se aplaude, una puesta que tiene aún condiciones de mejorar o, simple y lamentablemente, no es la profesión correcta para el elenco/director/dramaturgo. Claro, es siempre difícil encontrar la media adecuada, el equilibrio sin denostar, el punto medio de la crítica. Camino tortuoso, muchas veces. Ya que hay personas hipersensibles al cuestionamiento.

Por eso, ya más de una década que Velarde, valiosamente, intenta el no siempre reconfortante oficio crítico de observar las puestas en escena y escribir sobre ellas. Como en toda versión de los hechos, puede alguien tener una lectura contraria. De eso se trata, justamente la crítica: en no necesariamente satisfacer todos los gustos y estar acorde con las opiniones. Esa independencia y defensa de la autonomía es lo que se persigue siempre.