OPINIÓN | Rubén Quiroz Ávila: Este es mi cuerpo, Lizardo Cruzado
La poesía peruana tiene muchas fuentes y diferentes resultados. En los años 90, de donde procede el autor, el escepticismo por el futuro llevó a revisar las poéticas mismas con las cuales nos movíamos. Un país prácticamente colapsado y toda utopía desterrada, no quedaba sino volver hacia el individuo. Todo proyecto grupal se había terminado. En ese sentido la poesía va girando y se convierte en una bitácora. Algunos comenzaron a redescubrir la corporeidad y lo erotizaron. Otros lo convirtieron en una extensión del campo de batalla política. Cruzado optó por ironizar. Es que la ironía es una de las armas más poderosas para disolver. Y se disuelve todo: el poder, la verdad, la tristeza.
Han pasado ya muchos años desde su primera edición, sin embargo, conserva esa frescura, un ritmo dinámico, un toque desfachatado:«Ars/No me gusta escribir./Prefiero/tene/la palabra/en /la/punta/de/la lengua//para así/descaradamente/poder/enseñársela/a/lagente.»
Bautizó a su propuesta como «realismo chistoso». Efectivamente, uno vuelve a releer los poemas y comprende el sentido de lo que quiso decir. Esa capacidad de no tomarse en serio, sin dramas mayores, sin tragedias, todo lo que nos acontece.