26/07/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El affaire Vargas Llosa-Althaus reveló la manera cómo ven al teatro nuestra élite letrada más blanca y transnacional. Es decir, la mediática dramaturga recién cuestionaba el conocido y difundido esquema patriarcal del nobel, era más bien para las tribunas. Alguien con lecturas básicas podría percibir el modelo ideológico que está detrás. El modelo de sociedad que predica nuestro laureado escritor, es evidente en su defensa constante del liberalismo, en muchos casos conservador. La maquinaria liberal no concede titubeos. Y también, este evento, nos muestra las entrañas del poder literario en su aspecto político. Vargas Llosa es, al fin y al cabo, la figura paternal que hay que derribar. Ese parricidio, una tradición en los movimientos literarios, no se ha efectuado. La inmensa influencia del arequipeño en todas las redes editoriales más industriales hace dudar a todo aspirante a escritor famoso. Vender el alma a la industria editorial tiene su precio. ¿Quién no quiere recibir una palmadita, una recomendación, un gesto paternal, que los lance al Olimpo literario? Así puede comprenderse mejor que el libro "La literatura es fuego" está más cerca a un apologético que a una revisión crítica de las posiciones vargasllosianas. Se entienden las razones, aunque es evidente, que no se comparten. Entonces, hemos perdido una vez más ver en escena a Mario, cuyas dotes actorales son puro entusiasmo y nada más. Uno debe saber siempre sus límites y la actuación es una frontera en la que la sola voluntad ni el prestigio nunca son suficientes. Estar consciente de ello es la diferencia entre la realidad y la ficción.
Ese inocuo entusiasmo sucede con una Feria que le da a las artes escénicas el mero rol de amenizar la visita, más cerca de un entremés que una aventura escénica que reconozca su valor, incluso, con la importancia que le da al teatro el homenajeado. Sabemos del papel que juega la dramaturgia en Vargas Llosa. Ese rol secundario, marginal, es inmerecido en una de las vitrinas que más bien debería permitir impulsar incansablemente la educación teatral a todo nivel. Esta oportunidad perdida, una vez más, para la promoción de una de las formas de la literatura que más impregna asociación, colaboración, mentes cooperativas, corporeidad que establece alianzas artísticas entre grupos. Si seguimos permitiendo que en el universo literario la dramaturgia, la escenificación, sigan siendo para pasar el rato, poco habremos avanzado en establecer equiparidad entre los géneros y las disciplinas. Incluso, a nivel de negociaciones comerciales es un desperdicio. Podrían estrenarse obras en esas fechas y hacerlo circular a un público ávido de consumir además los textos escritos. Ese círculo virtuoso de consumo aún no lo han visto con claridad los editores, más bien inquietos por otros géneros literarios.