OPINIÓN | Rubén Quiroz Ávila: cuando suena la música, Eduardo Chirinos
La poesía ochentera peruana es magnífica tanto por sus exploraciones como la intensa resistencia a un contexto histórico feroz. Chirinos, junto a Mazzotti y el «chino» Mendizábal formaron una triada de poetas con proyecto y agenda lírica. Además de ser una de las amistades más constantes (complicado entre escritores), plantearon su propia propuesta grupal.
Pero Chirinos tiene su propio imaginario intimista, cálido, reflexivo. Sus poemas son como largas cartas de amor. Por lo tanto exponen nuestros sentimientos como ceremonias de versos. Así, las palabras se entregan en generosa ofrenda al lector, cada vez más seducido por esa vocación consejera. Y, por supuesto, esa actualidad de poetizar las emociones con la fineza de un vate respetuoso y coqueto a la vez, con ese ritmo largo como una inolvidable escena de amor: «Debe haber un poema que hable de ti y de mí. /Un poema intenso, como el mar,/azul y reposado en las mañanas, oscuro y erizado por las noches /irrespetuoso en el orden de las cosas, como el mar /que cobija a los peces y cobija también a las estrellas».
Por ello esta antología es un reconocimiento a la trayectoria no solo de un poeta sino a parte de su generación que estamos redescubriendo.