OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: "Ultraliberalismo, legitimidad democrática y nueva representación"
Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001, afirma que la fe ciega del ultraliberalismo en la total desregulación de mercados como la forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva; y agrega que la pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación, pues lleva cuarenta años debilitando la democracia.
Las empresas transnacionales y los grandes grupos de poder económico han repetido hasta el cansancio, a través de los medios de comunicación que controlan, que sus anuncios se basaban en modelos económicos científicos y en la 'investigación basada en evidencia'. Ahora el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo.
Oxfam señala que la desigualdad económica está fuera de control. Precisa que la riqueza de 2,153 multimillonarios equivale a la que en conjunto tienen 4,600 millones de personas. Según Bloomberg Wealth, la riqueza total de los 20 principales multimillonarios pasó de USD 672,000 millones (2012) a 1,397 billones de dólares. Así funciona el endiosado libre mercado, que lleva a la hiperconcentración de la riqueza, situación que en el Perú se evidencia en que el quinteto más privilegiado (Rodríguez Pastor-Interbank, Vito Rodríguez Rodríguez-Gloria, Brescia-BBVA, Eduardo Belmont-Belcorp y Hochschild) posee fortunas que van de USD 1,300 a 4,100 millones; mientras que los pensionistas reciben migajas, los jóvenes sobreexplotados pagan con sus vidas, y millones en el campo y la ciudad laboran en condiciones infrahumanas.
La mayor desigualdad desnuda aún más las brechas sociales en educación, salud, seguridad, trabajo y justicia. Trae consigo una mayor desconfianza ciudadana en la democracia, la que es debilitada por la prepotencia de las clases dominantes. Además, la corrupción carcome los cimientos de nuestra sociedad, involucrando no solo a la KONFIEP, al fujiaprismo y sus satélites (Solidaridad-Vamos Perú-Contigo-PPC, etc.) sino al propio gobierno de Vizcarra, cuyo ministro de Energía y Minas y socio de Odebrecht, se ha visto obligado a renunciar.
Tras la elección del 26 de enero, el 32% no se siente representado en el nuevo Congreso; y aunque la imagen del Parlamento disuelto es de lo peor, las divergencias en partidos como AP, UPP, Podemos y Frepap no auguran que podamos tener una representación política cualitativamente superior.
Construir una nueva legitimidad democrática y una nueva representación es un gran reto para el 2021. Necesitamos verdaderos partidos, con afiliados organizados en comités y con hojas de vida impecables; y no grupos de interés con dueño, ni clubes electorales ni vientres de alquiler como UPP, donde coexisten, cual arroz con mango, el reo Antauro Humala, cuyo verbo favorito es fusilar; el tristemente recordado excontralor Alarcón; el hermanísimo Virgilio Acuña y sus negociazos; y el dueño José Vega.
Es prioritario y urgente predicar con el ejemplo para recuperar el Perú, superando la falta de credibilidad ciudadana: programa transformador y no maquillaje; mensaje claro con fe renovada y sin lugares comunes ni dogmatismo; agrupamiento vasto con sustento en el nuevo rostro social de nuestro Perú diverso y no cerrazón sectaria; y liderazgo convocante con equipos capaces y probos, y no caudillos personalistas.