02/07/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Priorizar realmente la educación -y no quedarse únicamente en el discurso- constituye un imperativo nacional; caso contrario, las posibilidades de avanzar cualitativamente como país serán limitadas.
La educación no es un asunto que involucra tan solo a un sector del Estado, sino a la sociedad en su conjunto y, obviamente, a los tres niveles de gobierno (nacional-regional-local) y a los poderes públicos en general.
Hace dos meses, en el marco del Foro del Acuerdo Nacional, se aprobó la visión del Perú al 2050, basada en cinco ejes estratégicos: las personas alcanzan su potencial en igualdad de oportunidades y sin discriminación para gozar de una vida plena; gestión sostenible de la naturaleza y medidas frente al cambio climático; desarrollo sostenible con empleo digno y en armonía con la naturaleza; sociedad democrática, pacífica, respetuosa de los derechos humanos y libre del temor y de la violencia; y Estado moderno eficiente, transparente y descentralizado que garantice una sociedad justa e inclusiva, sin corrupción y sin dejar a nadie atrás.
Analizando lo señalado, un factor transversal a los cinco ejes estratégicos es la educación, asociada a la formación del capital humano y social, sustentada en valores y que prepare teórica y prácticamente a las personas para la vida a fin de insertarlas en el mundo de la producción y el trabajo; por lo tanto se orienta a la construcción de saberes y no se reduce a la instrucción a partir de la transmisión de conocimientos.
En el proceso educativo se interrelacionan varios enfoques humanos transversales, tal como ha sido formulado a nivel del ente rector recientemente; los más significativos son los de derechos, que considera al estudiante como persona que ejerce ciudadanía, y mediante la participación y la convivencia pacífica busca reducir la inequidad; el intercultural, respetando las identidades y diferencias entre culturas; el ambiental, que promueve la conservación de nuestra rica y variada biodiversidad y un estilo de vida saludable; de búsqueda de la excelencia, para que los estudiantes sean capaces de adaptarse a los constantes cambios derivados de la revolución científica y tecnológica en marcha como parte de la globalización.
Aunado a lo anterior, tenemos los enfoques de género, referido a que hombres y mujeres son iguales en derechos, deberes y oportunidades; inclusivo, para erradicar todo tipo de discriminación; y de orientación al bien común, fomentando virtudes cívicas.
En este proceso ciudadano el magisterio nacional tiene un papel de primer orden y por lo mismo es esencial su reconocimiento en lo remunerativo y condiciones de trabajo; revalorar su autoestima profesional y que asuma el liderazgo en la dirección o en el aula -según fuere el caso-, lo que implica ir más allá de ser un administrador burocrático y del simple dictado de tal o cual asignatura, pues lo más importante es orientar axiológicamente a los educandos y construir conjuntamente los saberes.
Evaluar críticamente el Proyecto Educativo Nacional al 2021 como referente del que se está elaborando al 2036, comprometiendo al profesorado, padres de familia, estudiantes y comunidades locales y regionales, es parte del proceso; como también lo es trazar objetivos claros y metas concretas para ir mejorando situaciones críticas en cuanto al bullying escolar, el embarazo adolescente, la desnutrición infantil y la anemia, y también la creciente obesidad.
El Día del Maestro -que está ad portas- además de celebrarlo, debe ser una ocasión para una profunda reflexión para la acción. Nadie debe quitar el cuerpo, empezando por las principales autoridades del país y, sobre todo, es menester guardar la coherencia debida entre lo que se piensa, se dice y se hace. No olvidemos que salvo la educación, todo es ilusión.