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OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: reagrupamiento de las fuerzas democráticas, patrióticas y morales

Urge reagruparlas y tal como van las cosas, la gran línea divisoria en esta hora atroz no es ideológica sino programática y ética.

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14/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Bertold Brecht decía que la crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer. Esto es lo que está sucediendo en nuestro país pues resulta evidente la persistencia e incluso acentuamiento de la crisis política y moral, aunque todavía está pendiente el surgimiento de una opción clara que unifique a las fuerzas ciudadanas que anhelan grandes cambios en lo político, económico, social y ambiental.

Los audios de los hermanitos, difundidos desde el mes de julio de 2018 tuvieron un efecto similar a los vladivideos que empezaron a propalarse el 14 de septiembre de 2000 (Kouri-Montesinos); los que incidieron mucho en el inicio del fin de la autocracia fujimontesinista, dando curso a la transición democrática liderada por un hombre probo como Valentín Paniagua; y los primeros constituyeron un insumo vital para que, sintonizando con las crecientes movilizaciones ciudadanas, el presidente Vizcarra hiciera un giro, dejando atrás su postura contemplativa con el fujimorismo, y en su mensaje del 28 de julio anunciara las primeras cuatros reformas y el referéndum.

Desde la finalización del gobierno de transición tuvimos como presidentes a individuos asociados de uno u otro modo con la corrupción; y los dos últimos burgomaestres de Lima comprometidos en negociazos. Otros personajes políticos similares como Félix Moreno (Callao) y Carlos Burgos (SJL) y una larga lista de testaferros de la misma calaña, en vez de servir a la ciudadanía, han actuado al revés.

Han pasado casi dos décadas, y estando a poco más de dos años del bicentenario de la Independencia, la transición democrática iniciada en noviembre de 2000 está regresionando, luego de un coyuntural repunte cuando se realizó el referéndum del 9 de diciembre, cuyo resultado legítimó en ese momento al jefe de Estado; pero su falta de iniciativa le está haciendo perder el paso; y del lado del actual Congreso de la República casi nada podemos esperar, más allá de tapar fechorías.

De qué ha valido el crecimiento económico sino estamos construyendo una sociedad y un Estado que faciliten y garanticen el ejercicio de los derechos ciudadanos fundamentales (educación, salud, nutrición, vivienda, servicios básicos, trabajo, infraestructura para el desarrollo) y la reforma política y del sistema de justicia. Ejemplos sobran. Basta tener presente el esclavismo encubierto en el centro comercial Las Malvinas o lo que viene aconteciendo en el agro nacional; todo ello en el marco de la perpetuación de la extrema desigualdad en tanto subsisten las exoneraciones tributarias a grandes empresas, aunado a la extensión de la inseguridad ciudadana y la violencia contra la niñez y las mujeres.

La corrupción está asesinando moralmente a nuestra sociedad. No tiene sello ideológico, color político ni género: tenemos a Toledo y García; Humala y Kuczynski Susana Villarán y Lourdes Flores; Keiko Fujimori y Nadine Heredia; Castañeda y Kouri; y también los del club de las coimas en la construcción que forman parte de la Confiep.

Lo nuevo debe nacer. La ciudadanía tiene la palabra a través de sus fuerzas democráticas, patrióticas y, sobre todo, morales, opuestas al autoritarismo, el entreguismo y la corrupción. Urge reagruparlas y tal como van las cosas, la gran línea divisoria en esta hora atroz no es ideológica sino programática y ética; a partir de lo cual irán proyectándose los nuevos liderazgos para el desarrollo integral.