21/12/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Cansados de ser “mecidos”, los trabajadores agrícolas volvieron a la lucha. Después de varios e inútiles debates, el Congreso de la República no acordó nada sobre la nueva Ley Agraria, impidiendo que decenas de miles accedan a salarios justos y se salvaguarde los derechos laborales.
El Congreso y el Gobierno les llenaron de promesas para que suspendieran el paro agrario. Actuando de buena fe, los trabajadores así lo hicieron, pero han sido burlados una vez más por quienes ejercen el poder político, subordinados a los grandes “agroexplotadores”, quienes lanzan una campaña millonaria diciendo que muchas empresas van a cerrar, a fin de atemorizar a la población, aunque cada vez son menos los que le creen a la KONFIEP y sus socios.
Hace poco, luego de una masiva movilización en Ica y La Libertad, los trabajadores agrícolas lograron la derogatoria de la mal llamada Ley de “Promoción Agraria” que otorgó privilegios a los grandes empresarios hasta el año 2031. Hace varios días debió aprobarse una nueva ley, pero a la fecha no pasa nada.
¿Qué plantean los trabajadores?: sueldos dignos, pues la remuneración no refleja la importancia de los trabajadores del agro en el desarrollo de nuestro país; acabar con un régimen de explotación que se asemeja al de la esclavitud: largas jornadas sin descanso y sin que siquiera tengan tiempo para comer; estabilidad, dado que a muchos de ellos se les ha empujado a aceptar contratos abusivos y a la informalidad; que se pague los beneficios (CTS-seguros de salud-liquidaciones); y se respete el derecho a sindicalización a fin de tener representación.
Por reclamar todo lo señalado, uno de los entrevistadores de una radio y canal de TV, comportándose agresivamente, calificó de “azuzadores” a los trabajadores agrícolas. Algo así como el mundo al revés en tanto los verdaderos azuzadores son un Congreso que antepone los intereses particulares de sus miembros, un gobierno gelatinoso que cada día que pasa muestra su inclinación pro-empresarial; y los “agroexplotadores” que manejan los hilos de los poderes públicos como expresión de un Estado capturado por el lucro y el egoísmo.
Nadie duda de que, junto a la educación y a la salud, la agricultura es prioritaria en nuestro país. Al mencionar esto último no nos podemos limitar a la agricultura de la costa sino, sobre todo, a la familiar y comunitaria de la sierra y la selva, cuyos productores requieren un gran apoyo en capacitación, tecnología, crédito barato, riego, compras de gobiernos regionales y locales, entre otros aspectos. Esto significa, encarando el cambio climático, caminar hacia una segunda reforma agraria, corrigiendo los errores de la primera (baja productividad, burocracia extendida) y sepultando definitivamente al gamonalismo que, en pleno siglo XXI, se disfraza de “modernidad”.