15/10/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
La calle dijo su palabra y cayó el paquetazo Moreno-FMI. Tras 11 días de intensas protestas, el gobierno ecuatoriano y los líderes del movimiento indígena que dirigieron la gran protesta ciudadana, acordaron dejar sin efecto el decreto que eliminaba el subsidio a los combustibles.
El incremento del galón de diésel en 123% motivó el rechazo nacional, aunado a que el plan de ajuste impuesto por el FMI a Lenín Moreno incluía disminución de salarios, reducción y supresión de aranceles, recortes de gasto público y de algunas medidas de ayuda a los sectores más pobres.
El movimiento de repudio de la gente al paquetazo fue en ascenso. Desafiando el estado de excepción decretado por el Presidente de la República, los movimientos indígenas se encaminaron hacia Quito desde diversos puntos del Ecuador, desbordando a policías y militares; lo que obligó a Lenín Moreno a trasladar la sede del Gobierno a Guayaquil, y a tomar la decisión de restringir la movilidad en áreas sensibles y estratégicas de 8 p.m. a 5 a.m.
La militarización de la sociedad estuvo acompañada del típico mensaje de quienes carecen de argumentos: Maduro, el correísmo y las FARC están detrás del movimiento; lo que ha sido desmentido por la fuerza de la realidad, pues la conducción estuvo en manos de las organizaciones indígenas, con la participación activa de los trabajadores. Movimiento al cual se sumaron paulatinamente importantes sectores de las clases medias, mientras Moreno era apoyado únicamente por los grandes empresarios, fracasados políticos reaccionarios como Bucaram, y, claro está, por los altos mandos de las Fuerzas Armadas y policiales.
El 12 de octubre, con miles de personas en las calles de Quito, Moreno decretó toque de queda a partir de las 3 p.m.; horas después se concertó el diálogo bajo la mediación de la ONU y la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Diálogo al que acudieron los líderes de la Conaie con una posición firme que culminó con la derogatoria del decreto conocido como paquetazo, constituyendo una gran victoria indígena, popular y ciudadana.
El pueblo ecuatoriano no solo derrotó al gobierno sino también al FMI, lo que representa una gran lección para América Latina y el mundo. Fue la unidad de las clases populares y medias que anhelan cambios verdaderos la que facilitó el logro. No fue una turba sino una sólida organización. Hubo centenares de miles de luchadores por la justicia social y no terroristas, tal como lo repetía la derecha a nivel continental.
Triunfó el poder ciudadano de un pueblo soberano que no agachó la cabeza sino que se enfrentó valientemente al accionar represivo de una dictadura civil-militar en ciernes, con el lamentable saldo de por lo menos 7 muertos, 1,500 heridos y más de mil detenidos. La movilización permanente, aunada al diálogo en el momento oportuno, permitió preservar las fuerzas y obtener una victoria táctica que puede tener un contenido estratégico en tanto se mantenga la unidad del pueblo como base para construir una alternativa democrática, pluricultural y honesta de recambio gubernamental.
La fiesta popular que hubo en el Ecuador luego de conocerse el acuerdo gobierno-líderes indígenas expresó la alegría de hombres y mujeres que hoy por hoy son un ejemplo en una América Latina que irá a las urnas en Bolivia, Argentina y Uruguay en los próximos días para afirmar un camino soberano, alejado de las recetas imperiales del FMI.