OPINIÓN | Roberto Rodriguez Rabanal: ¡Perú te quiero, por eso te defiendo!
A las puertas del 28 de julio, fecha de la declaratoria de la Independencia Nacional, resulta indispensable enfatizar que una de las principales características del Perú es ser un país diverso.
El sentido de lo expresado está sintetizado en el mensaje de José María Arguedas cuando recibió el premio Inca Garcilaso de la Vega en el mes de octubre de 1968: No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores. No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacámac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4,000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso.
Don Jorge Basadre afirma, asimismo, que el verdadero Perú es todavía un problema. Quienes caen en la amargura, en el pesimismo, en el desencanto, ignoran que el Perú es aún una posibilidad; y José Carlos Mariátegui señala que somos una Nación en formación.
Sucede que, luego de la declaratoria de la independencia tuvieron que transcurrir más de tres años para consolidarla, lo que ocurrió con la victoria patriótica en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, que tuvo una connotación continental. Pero no teníamos un verdadero Estado ni menos aún una clase dirigente, generándose un periodo de anarquía hasta 1842: en 18 años tuvimos 18 presidentes.
Inmediatamente después el auge del guano marcó la agenda nacional durante casi cuatro décadas, periodo en el cual los grandes grupos de poder económico que se fueron configurando alrededor de la mencionada actividad extractiva, capturaron el Estado y lo manejaron a su antojo en el marco de lo que Basadre denominó la prosperidad falaz. La derrota sufrida en la guerra con Chile (1879-83) tuvo consecuencias funestas, con gobernantes que traicionaron la causa nacional a contracorriente del heroísmo de Grau, Bolognesi y las montoneras de origen campesino que resistieron en la sierra central comandadas por Cáceres, el Brujo de los Andes.
La etapa conocida como la República aristocrática -hegemonizada por los grandes hacendados costeños y los terratenientes serranos, entre 1895 y 1919-; el autoritarismo de Leguía durante el oncenio (1919-30) y lo que siguió en el siglo XX a partir de la crisis 1929-31 y lo que va de este siglo -salvo breves periodos reformistas- revela que tenemos una República sin ciudadanos y un Estado capturado por el gran capital privado: los dueños del Perú, a decir de Carlos Malpica; los doce apóstoles durante la década del 80 (Belaunde y García); lo que ahora es reestudiado y actualizado en cuanto a su caracterización por Francisco Durand.
El Perú es un problema y una posibilidad y una Nación en formación; para hacerla realidad es menester darle sustento mediante la construcción de un amplio y potente movimiento ciudadano que luche por el desarrollo inclusivo, contra la corrupción y por cambios de raíz. Que exprese el sentir de la diversidad cultural y étnica de nuestro país que proviene de las distintas localidades y regiones; que articule el esfuerzo de los productores y trabajadores de la ciudad y del campo; profesionales, intelectuales, comerciantes, técnicos, artistas, mujeres y jóvenes; forjando una identidad común; que dé contenido a los valores de justicia, libertad, dignidad, trabajo y paz.
¡Perú, te quiero, por eso te defiendo! Es un eslogan coreado con fuerza y mística en distintas movilizaciones; tiene un profundo contenido de patria soberana y no de colonia ni neocolonia; de democracia y no imposición; de amor y no de odio, de renovación y no de continuismo. Hoy está más vigente que nunca; llevémosla a la práctica porque somos libres y debemos serlo siempre.