OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: "Perú al Bicentenario sin corrupción"
Nuestro país perdió S/22 mil millones el 2020 debido a la corrupción, representando el 12% del presupuesto público. Esto ocurrió en plena pandemia y evidenció que nada cambió, pues el año anterior la suma fue de S/23 mil millones. Es decir, Vizcarra y Merino siguieron el mismo sendero que Fujimori, Toledo, AG, Humala y PPK, lo que significa que la corrupción, entendida como el abuso del poder “para beneficio propio o de terceros”, llegó y se quedó en el más alto nivel del Estado.
La corrupción no es un problema más. Constituye un freno para el bienestar social y el desarrollo nacional, y también representa una devaluación de los valores humanos, los que son reemplazados por la cultura de “no importa que robe, si hace obra” o “el fin justifica los medios”.
El nuevo gobierno, a instalarse el 28 de julio, debe procesar cambios profundos y no cosméticos. En esta ocasión me referiré a salud, economía y promoción del empleo. Partiendo de considerar a la salud como un derecho y no como un servicio, corresponde priorizar la ejecución del Programa nacional Perú libre de pandemia, dando continuidad al plan de vacunación universal y sin privilegios, enfatizando en la prevención desde el nivel local, promoviendo la distribución gratuita de oxígeno medicinal e implementando más camas UCI.
La reactivación de la economía popular y el empleo es otro desafío esencial, para lo cual necesitamos más inversión social y equilibrio macroeconómico: fomentar la inversión privada nacional y extranjera, con un empresariado que pague sus impuestos -sin evasión, elusión ni arbitrarias exoneraciones- y respete los derechos de los trabajadores, el medio ambiente y los territorios; en el marco de una efectiva libre competencia, sin monopolios/oligopolios; aplicándose un nuevo impuesto a las sobre ganancias (por el alto precio de los minerales), en base al diálogo.
El incremento sustantivo de la inversión pública en construcción e industrias afines (caminos, riego, saneamiento ambiental, adecuación de centros de salud, mejoramiento de colegios, etc.) para generar nuevos empleos juvenil y en general, permitirá dinamizar la economía en las ciudades y el campo.
Para promover el agro y las pequeñas y microempresas es esencial el crédito barato para insumos y capital de trabajo, combinando el rol del Banco de la Nación, Cajas Municipales y Agrobanco con los bancos, Cajas/Cooperativas de Ahorro y Crédito. La seguridad alimentaria y la conservación de la agrodiversidad, con el aporte de los pueblos históricamente olvidados, son claves para la articulación de políticas y acciones nacionales-regionales locales y a nivel de microcuencas; diversificando la producción agropecuaria, involucrando a familias y comunidades como parte del ordenamiento territorial basado en el desarrollo local.
Para hacer realidad lo señalado debemos combatir la corrupción y el peligro del narcoestado, teniendo presente que, para que exista, son igualmente responsables los corruptores (empresarios) y los corrompidos (autoridades estatales).
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