OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: "Pacto social por la educación"
El retorno de los estudiantes a las escuelas después de un largo periodo de pandemia es un tema que motiva la preocupación de papás y mamás y de toda la sociedad. Esto no es un acto administrativo ni puede ser una decisión unilateral, sino que requiere un diálogo concertador, teniendo en cuenta que el Perú es un país diverso cultural y geográficamente.
Requerimos que el retorno sea seguro, flexible, gradual y descentralizado, priorizando la salud y la vida de la niñez y la juventud, así como su derecho a la educación. Pero no se trata de volver a la situación anterior a abril de 2020 sino a una nueva escuela, en la cual se otorgue la debida importancia al proceso de recuperación socio-emocional pospandemia, sobre todo de los estudiantes huérfanos; promoviendo la mayor cantidad de actividades al aire libre, incentivando el deporte, el arte y la vida en comunidad; garantizando el servicio alimentario escolar para los estudiantes.
Asimismo, mejorar la infraestructura educativa, distinguiendo situaciones distintas en zonas de costa, lluviosas, de heladas, entre otras; potenciar el sistema de conectividad, sobre todo en el campo y las laderas de los cerros en las ciudades; darle protagonismo a la comunidad educativa de profesores, estudiantes y padres de familia, bajo el liderazgo del director de escuela; e incorporar activamente la educación intercultural bilingüe y la ambiental.
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Para concretar lo anterior necesitamos un pacto social por la educación, uniendo voluntades y esfuerzos de la comunidad educativa, los tres niveles de gobierno, los poderes públicos, la sociedad civil y la empresa privada. En esa línea se ubica el pago de la deuda social laboral al magisterio, la evaluación docente valorando el desempeño profesional, el proyecto especial de inversión pública “Escuelas Bicentenario” mediante un convenio de gobierno a gobierno (con Reino Unido y Finlandia).
Todo lo señalado debe formar parte de la tan necesaria reforma educativa integral que, por cierto, se ha dado en solo dos oportunidades durante el último siglo (en el gobierno de Leguía en 1920 y en el de Velasco en 1972). Reforma educativa integral que considere a la educación como un derecho humano fundamental, que priorice lo público, ubique el rol fundamental de los valores; y articule la educación básica con la superior, tanto universitaria como tecnológica y pedagógica; y sea expresión de un sólido acuerdo Estado-sociedad-empresa privada. Esto será un gran cambio, pues, como decía Nelson Mandela, ganador del Premio Nobel por la Paz: “la educación es el arma más poderosa que puedes tener para cambiar el mundo”.
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