OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: "Nuevo Congreso y lo que se viene"
La elección del 26 de enero trajo consigo perdedores y no perdedores. Entre los primeros están las fuerzas asociadas a la corrupción en el disuelto Congreso: los aliados preferidos del fujimorismo fueron borrados del mapa político (Apra, Solidaridad Nacional y Contigo), además de Vamos Perú (Chim Pum Callao) y el PPC. Fuerza Popular fue reducida de 73 a 12 congresistas, y queda sexta, ganando solo Piura.
Entre los no perdedores tenemos obviamente a AP, antiguo partido que consigue el primer lugar, desmarcándose de congresistas como García Belaunde, quien curiosamente reapareció tras la victoria, al lado de Barnechea-Raúl Diez Canseco, lo que fue criticado por Mesías Guevara y Lescano. APP (4° lugar), aliado permanente del fujimorismo en la mesa directiva del Congreso y con un tipejo como Donayre en sus filas, logra un número importante de escaños, sobre todo, en el norte. El Partido Morado (5° lugar) alcanzó 9 curules, cuando aspiraba a más. Las izquierdas (Frente Amplio y Juntos por el Perú), a las que no se les adjudicaba ninguna posibilidad, sumando resultados lograron más votos que AP y en conjunto tendrían 17 escaños; aunque hubiese sido más, lo que amerita reflexionar sobre la necesidad de un agrupamiento más vasto.
Los tres partidos cuyos resultados concitan la mayor atención son los siguientes: el Frepap (2° lugar), canalizador principal del hartazgo ciudadano en la clase política, más allá de ideologías; Unión por el Perú, influido por el radicalismo verbal del antaurismo, crece especialmente en el sur contestatario; y Podemos (3er lugar), con fuerza particularmente en Lima. En conjunto tendrán 43 curules, aunque revisando sus propuestas es más factible que se unan por objetivos específicos más que por una propuesta integral.
Que AP tenga el 10% y el décimo 5%, grafica un final apretado. Significa que no habrá un partido claramente hegemónico y que urge encontrar consensos básicos para consensuar una agenda concreta, considerando la culminación de la reforma política, para que la elección del 2021 sea con nuevas reglas democráticas; completar la reforma del sistema de justicia; elegir al nuevo TC; e incluir temas referidos a las abusivas AFP, la educación con fines de lucro, la eliminación de las exoneraciones tributarias a las grandes empresas; actualizar leyes respecto al feminicidio y las violencias, etc.
Asimismo, revisar los decretos de urgencia, caso de los que afectan nuestra soberanía energética y los recursos naturales en general; y el que cuestiona la negociación colectiva en el sector público; además de continuar alertas frente a los intentos privatizadores del gobierno, caso del agua.
Siendo tres las funciones del Congreso, legislar, fiscalizar y representar; esta última adquiere un rol esencial en la relación con la ciudadanía, máxime si se vislumbran diversas protestas. La relación Congreso-Gobierno constituye otro espacio institucional en el que no se avizora la polarización predominante que hubo en los últimos años. Y en general, al estar los congresistas en la palestra, la imagen que proyecten será fundamental en la acumulación de fuerzas para las elecciones del 2021. Todo esto hay que tomarlo muy en cuenta para un proyecto transformador bicentenario.