OPINIÓN: Roberto Rodriguez Rabanal: Navidad es la gran fiesta de la unión

La palabra que resume mejor el sentido general -y terrenal- de la Navidad, es unión. Lo es porque permite fortalecer, afianzar o retomar los vínculos más positivos entre las personas, empezando por la familia; se extiende a amigos, colegas, compañeros de trabajo, estudio o de cualquier tipo de actividad en común.

La unión permite dar un sólido soporte a la construcción y práctica de valores relevantes en una sociedad, dos de los cuales son la solidaridad y la paz; más allá de culturas, épocas y lugares.

La solidaridad es, en esencia, hermanamiento con quienes nos rodean; compartir tanto el amor como el dolor; y la lucha por la paz contra todo de violencia, sea verbal, psicológica o física. Esto es contrario a la vanidad de aquel que cree que con entregar un regalo caro o celebrar la Nochebuena con ostentación ya se transformó en solidario. Por el contrario, ser solidario es servir al prójimo sin hacer ningún tipo de distinción.

La paz es la capacidad de los seres humanos de vivir, convivir y coexistir en armonía, respetando las reglas formuladas de común acuerdo, previniendo los conflictos y manejándolos adecuadamente cuando se producen. Genera equilibrio y estabilidad, empezando por la casa que, para transformarse en un hogar, requiere que haya paz interior y colectiva.

La Navidad, como hecho histórico y religioso, nos remite al humilde pesebre de Belén y al nacimiento de Jesús hace 2018 años; lo que motiva a renovar nuestra fe y hacerlo día a día, entrelazándonos por doquier y teniendo presente que tenemos que superar la pobreza material y espiritual.

Económica y socialmente, como manifiesta el R.P. Gustavo Gutiérrez, la pobreza no es voluntad de Dios, es hechura humana; añadiendo que pobre es el que no tiene derecho a tener derechos; lo que resulta inadmisible cuando avanza la revolución científica y tecnológica y la globalización, pero lejos de representar bienestar para toda la humanidad, está llevando a que el 1% más rico concentre el 82% de la riqueza mundial; y más allá de un asistencialismo coyuntural, el valor de la solidaridad no está incluido en el chip de quienes están ganados por la codicia.

No olvidemos que el papa Francisco acaba de invocar que en el centro no esté en nuestro “yo” sino en el Tú de Jesús y el Tú de nuestros hermanos y hermanas, especialmente los que necesitan una mano. Entonces dejaremos espacio para el Amor que, aún hoy, quiere hacerse carne y venir a vivir entre nosotros.

Finalmente, tengamos presente que en su obra La palabra en el tiempo, el gran escritor peruano Washington Delegado expresa “Toco una mano y toco todas las manos de la tierra”. Esta es la esencia del mensaje de la Navidad, la gran fiesta de la unión, del amor, la paz y la solidaridad.

*Decano Presidente del Consejo Nacional de Decanos de los Colegios Profesionales del Perú