OPINIÓN | Roberto Rodríguez Rabanal: La Amazonía está que quema

Si los árboles dieran Wifi, la mayoría los plantaría como locos, lástima que solo produzcan el oxígeno que respiramos. Así se lee en una pancarta que busca llamar la atención sobre las consecuencias de la grave situación en la Amazonía, a raíz de los recientes incendios en los bosques tropicales.

El año 2011 la Amazonía fue declarada una de las siete mayorías naturales del mundo; 9 son los países con selva en sus territorios, siendo Brasil y Perú los de mayor relevancia; completándose el cuadro con Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Surinam y Venezuela. Una de sus fortalezas es la rica y variada biodiversidad existente, la que es valorada más en otros continentes que en América Latina.

En la actualidad la situación es crítica, a propósito de los grandes incendios en Brasil y la inacción del gobierno del hermano país, la que se explicaría tanto por la carencia de una visión estratégica sobre el rol fundamental de la Amazonía en el mundo, como por la primacía de grandes intereses privados vinculados a la minería, la ganadería y la agricultura, a las que poco o nada les interesa que su quehacer afecte al gran pulmón del planeta mediante el aceleramiento del dañino proceso de deforestación.

La nefasta situación descrita no es exclusiva del Brasil sino que está presente, en mayor o menor medida, en los diferentes países amazónicos, caso del Perú, pues nuestra selva sufre la acción depredadora de los seres humanos a través de la ejecución de actividades petroleras -con frecuentes derrames de crudo-, la minería ilegal, la deforestación y el narcotráfico, constituyéndose en amenazas ambientales y a la salud y a la identidad de las poblaciones, especialmente las comunidades nativas. En cuanto a los incendios forestales, si bien no tienen la dimensión -por lo menos aún- de lo que acontece en Brasil, se ha identificado manifestaciones iniciales en Madre de Dios.

Hace casi cuatro años fue adoptado el Acuerdo de París. Acuerdo logrado a partir de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero; sin embargo, poco después de asumir la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump retiró a su país como expresión de menosprecio a los demás. Ahora, su émulo Jair Bolsonaro pretende hacer lo mismo.

Entonces, encarar responsablemente los incendios en la Amazonía demanda no solo acciones inmediatas para contrarrestarlos, sino, sobre todo, la articulación de esfuerzos en el marco del Acuerdo de París y la respuesta mancomunada de los países de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), entre ellos el Perú, retomando la iniciativa planteada por el presidente de Bolivia; dado que los esfuerzos aislados tienen su límite.

Simultáneamente necesitamos crear conciencia ciudadana sobre la Amazonía y, en tal sentido, el papa Francisco resume muy bien el sentir y el anhelo de la gente: Hemos de romper con el paradigma histórico que considera a la Amazonía como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes. En pleno proceso de cambio climático y calentamiento global, forma parte de la responsabilidad social de los Estados, empresas y hombres y mujeres en general, proteger el medio ambiente, preservando nuestros recursos naturales, especialmente los que se hallan en la Amazonía.