OPINIÓN | Roberto Rodríguez: "Mujeres peruanas: pacto por todas"
En el año que acaba de culminar hubo 168 feminicidios, 19 casos más que el anterior, expresión mayúscula de la violencia contra la mujer; aunque hay quienes tratan de minimizarla, y no son necesariamente hombres, pues hace unos días una de las voceras de un grupo ultraconservador tuvo el desparpajo de afirmar que no fueron tantas las violadas. Versión actualizada del grotesco nosotros matamos menos.
En el Perú, el 65% de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia: física, psicológica, económica o sexual por parte de su pareja o expareja. Claro está, las víctimas no solo son las mujeres sino que, por extensión, también lo son sus familias. Ante ello la respuesta del Estado es más declarativa que ejecutiva, con discursos que no pasan de ser un listado de buenas intenciones de los diferentes gobiernos, incluido el actual.
En este marco, en una sociedad de autoexclusiones mutuas, cabe destacar la iniciativa de candidatas por Lima de cuatro partidos políticos, apoyada por lideresas sociales, de suscribir un compromiso con la defensa de los derechos de las mujeres por una vida libre de violencias. Iniciativa que empieza a replicarse en otros departamentos; configurándose una acción nacional descentralizada; esperando que se sumen representantes de todos, o por lo menos de la mayor cantidad de partidos que están participando en los comicios del 26 de enero.
La iniciativa no se limita a la protesta sino que adquiere una proyección mayor al concretarse en #UnPactoPorTodas que revela que, más allá de que las candidatas vayan en listas distintas, positivamente se está construyendo una cultura ciudadana de concertación e integración, que representa una invitación a que también se procese en otros ámbitos: juvenil, trabajadores, personas con discapacidad, etc.
Lo manifestado representa un indudable paso adelante en la construcción de ciudadanía, ejerciendo derechos y cumpliendo deberes, enfatizando que es necesario procesar cambios culturales -donde la educación en el hogar y en la escuela son fundamentales- orientados a priorizar una agenda pública por la igualdad de derechos de las mujeres.
En un país en el que el machismo y la cultura patriarcal siguen imperando como parte de la nefasta herencia colonial, aunado al racismo, anteponer la educación en valores, donde respetos guardan respetos, es una cuestión de primer orden para avanzar como civilización y no regresionar a la barbarie, peor aún si es camuflada con argumentos que dejan de lado la existencia del Estado laico.
Casi 100 días después de la justificada disolución constitucional del Congreso de la República, sería terrible que pasemos a la desilusión ciudadana. La defensa de los derechos de las mujeres significa, a la vez, la defensa de los derechos de las familias en nuestro Perú diverso. Por eso, la firma del compromiso que involucra a organizaciones políticas de diverso signo ideológico es un buen ejemplo que debería ser extendido a todo nivel en aras de la salud democrática.