18/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Si el Imperio Inca gobernara el país, con certeza, en el sur, millones de peruanos no estarían afectados con el colapso de puentes y carreteras. Hospitales y centros de salud no serían chorreras con las intensas lluvias. Los huaicos tampoco habrían sepultado Mirave, el pueblo tacneño que ahora vive un éxodo obligado.
Si los Chimús dominaran Trujillo, enseñarían a los mequetrefes consultores estatales a construir infraestructuras eternas y admirables como la ciudadela de Chan Chan, hecha de puro barro sobre un territorio que soporta lluvias y huaicos periódicamente, desde siempre.
Si los Mochicas habitaran Chiclayo, no fuera una ciudad dependiente de la mediocre burocracia limeña, incapaz de elaborar en dos años un proyecto de alcantarillado de aguas pluviales, que hasta el momento no cuenta con expediente técnico, según el drama narrado por el alcalde Marcos Gasco.
Si los Vicus aún existieran en Piura, los desbordes de ríos no serían sinónimo de desastre natural; serían épocas de júbilo para extender las tierras de cultivo tras una prolongada sequía, que garantizaría el incesante intercambio comercial con Ecuador y Colombia, como en aquellos tiempos, pero que hoy solo se hallan en los viejos libros de historia, porque los nuevos comenzarán a contar los desastres que dejan a su paso las lluvias, desbordes y huaicos.
Tristemente, vivimos en tiempos en los que nos espantamos con las lluvias, sin caer en cuenta que es parte del ciclo normal del agua que nos enseñaron en escuela primaria. Creemos que los huaicos son consecuencia de alguna fatalidad divina, obviando que estos se registran siglos antes de la existencia de algún nuevo asentamiento humano que se levanta en las llamadas quebradas secas, cuyo cauce polvoriento marca el camino ancestral del portentoso lodo que arrasa con la negligencia humana.
Pero hay algo más lamentable, somos una sociedad que vive de vestigios históricos admirados a nivel mundial, pero que se dejó llevar por la pobreza mental de los sátrapas que usan su astucia para aparentar buen gobierno y robar sin pudor, pagando millonarias sumas por precarias obras de infraestructura que caerán con la primera llovizna, como los 100 millones de soles para el túnel Yanango del gobierno humalista.
Es por eso que si nuestros ancestros incas existieran, el Perú fuera un territorio inexpugnable ante la fuerza de la naturaleza por el cambio climático, porque prevalecería el poder moral de no robar, no mentir y no ser ocioso para gobernar.