OPINIÓN | Pedro Paredes: circo naranja
No es temporada de circo, pero vaya que ver y leer a los fujimoristas tan vehementes contra Yonhy Lescano, te saca más carcajadas que cualquier cómico ambulante de plazuela de cono. Y aunque hablen con el ceño fruncido y con manos agitadas para reflejar indignación, sus intervenciones grandilocuentes no son más que libretos propios de una tira cómica que rompe cualquier nivel de estrés.
Por ejemplo, que Carlos Tubino exija a Lescano afrontar la bajeza de la que se le acusa, para el vicealmirante (r) de la Marina, ¿no es bajeza que defienda el “debido proceso” contra un sentenciado a cárcel por robarle gasolina al Estado, valorizada en 2 millones de soles? Aunque debido proceso también exige para un acusado de coimero, como Héctor Becerril, al mismo nivel de protección que buscó para Moisés Mamani.
Precisamente, sobre el último caso, hagamos una analogía: Si para Tubino es inmoral el chat de Lescano, sin contacto físico, la mano ¡zas! de Mamani apretujando la cintura y nalga de la aeromoza brasileña -en presencia de 100 pasajeros dentro de un avión- ¿era un gratuito masaje antiestrés?
Si ambos casos no son iguales, o uno peor que el otro, comienzo a creer que todos los discípulos de Vladimiro Montesinos padecen de un raro mal de hipermetropía cerebral, en la que dedos tecleando un celular, son más asquerosos que una mano tocando el cuerpo de una mujer. Para los pudorosos como nosotros, sin embargo, ambos son actos condenables; pero para los esbirros keikistas pedir ver la “delantera”, es más grave que tocar el trasero a una mujer, frente a cientos de testigos, con expulsión del avión incluida. Bueno, más discernimiento entre el bien y el mal, no se puede pedir a quienes nunca hicieron el bien.
Y en el mundo imaginario de idiotas que creen dominar, un fujimorista solo puede ser superado por otro de su misma especie. Por eso no me sorprende que Moisés Mamani tenga una concha más grande que la de cualquier cetáceo, al llamar “acosador” a Yonhy Lescano. No digo más.
El fujimorismo haría bien en quedarse callado, aunque no sepan el significado del adverbio “bien”. Escucharlos defender a la víctima de Lescano, me hace suponer que las escrituras ya se están cumpliendo y las puertas del infierno se abrieron, desatando una estampida de demonios que intentan embaucarnos con discursos moralizadores, pese a tener en su historial un largo rosario de pecados que les hace merecedores de la condena eterna, por andar blindando a tanto ladrón, coimero y pervertido, que siguen gozando de indulgencias compradas bajo la mesa.