21/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Estimados hermanos venezolanos, hace mucho tiempo que deseaba escribir sobre ustedes, pero entendía que era muy prematuro hacer un juicio de valor sobre esa presencia extranjera en mi país, que ha desencadenado un atípico y contradictorio sentimiento nacionalista en mis compatriotas, pero eso lo explico en otro momento.
Y hago esto porque, sencillamente, escuchar a un grupo de ustedes decir que lucharán para quedarse en las calles de Gamarra, refleja una atrevida arrogancia vestida de necesidad, que irradian en una sociedad a la que deberían respetar por el solo hecho de estar en un país que los acoge mientras esperan resolver la crisis política que los hizo abandonar a familiares y amigos.
Entiendo que no tienen el trabajo que quizá sí gozaban antes de que el bodrio socialista chavista acabara con la economía y libertad venezolana. Entiendo que el sueldo mínimo ya no les alcanza ni para un pollo, que comer bien se ha hecho un privilegio de los corruptos que venden su alma a Maduro, que se tornó una utopía caminar libre siendo declarado opositor al gobierno, entiendo esa y todas las demás cosas que nos quieran contar; sin embargo, jamás entenderé el irrespeto a las normas en un país ajeno y la afrenta a nuestra deteriorada paz social que muchos de ustedes la están rematando.
Que anden en necesidad, como casi todos los peruanos, no nos obliga a pagarles el triple por el producto en venta ambulatoria, o para que suban el precio cuando tengan que dar el vuelto. Si van en combi cedan el asiento a las personas mayores, no se pasen de arrogantes diciendo que pagan el pasaje como todos. No se queden sentados en el asiento reservado con una embarazada de pie al lado. No reclamen a gritos sus derechos en el Metropolitano, pues ojalá que las fuerzas de esas cuerdas vocales las hicieran estallar en las protestas que sus amigos están librando en las calles de Caracas.
Y mientras estén en mi país, insisto, respeten las leyes, el doble o triple que los que nacimos en este país. No se fijen en los malos peruanos que golpean policías, matan o roban en cualquier esquina, de ellos se encargarán nuestras autoridades. Pero ustedes esfuércense para sentir que valió la pena viajar cientos de miles de kilómetros para escapar de la crisis, trabajando con la gran calidad humana que pocos me han mostrado, como Luis y Amanda en la radio, o Joel, el muchacho repartidor de gas que me contó sus sueños y cómo logró ahorrar para comprarse una motocicleta para trabajar, pero con honestidad.