19/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Héctor Becerril debe comenzar a prenderle velas a los santos para que se apiaden de su alma moribunda, que deambula por los porcelanatos italianos y finos acabados de su casa, convertida en el purgatorio de uno de los más grandes pendencieros de Chiclayo, que -según la Fiscalía- quiso pasar piola poniendo a sus hermanos de testaferros del negociado de obras que hizo con el reo David Cornejo.
El mármol de su cocina parece una lápida de política fúnebre que ya lleva el nombre del parlamentario fujimorista que -siempre según la Fiscalía- se encargó de aderezar las coimas de las obras que su socio Cornejo las ponía como lista de mercado, con el empujoncito de Keiko Fujimori, la caserita encargada de poner todo en orden dentro de la bolsa de proyectos.
Los muebles del gran salón de la casa Becerril, son ahora modelos pilotos de féretros, donde el legislador puede pasar largas horas tendido con los ojos cerrados, bajo una profunda meditación por el camino ajeno recorrido o, en el peor de los casos, para idear una mejor versión de su única fantástica respuesta frente a las denuncias por corrupción en su contra: “Quieren manchar mi imagen. No lo voy a permitir”.
Y es que el congresista acusado de coimero por la empresaria Mirtha Gonzales, ahora jura que devolvió el porcelanato que le dio como parte de la cutra para evitar que declaren nula una obra ganada. Claro, le creemos; pero mejor sería que explique cómo aparecieron tan finos materiales en la puerta de su casa y a pedido de quién. Aunque a estas alturas no sorprendería que termine echando la culpa a sus hermanos, embarrando más a su familia en este asqueroso nivel de latrocinio que habría liderado, según el testimonio de más de un colaborador, incluido el preso Cornejo Chinguel.
Finalmente, y particularmente, no me cabe la menor duda que Héctor Becerril vive sus días más grises frente a la justicia que, aunque haya tardado demasiado, se encuentra presta para desenvainar la espada y extirpar de la sociedad decente al político que encarna el lado más vulgar de la corrupción, y que ya fue salvado en su momento por sus cómplices de Fuerza Popular, cuando debió ser suspendido y denunciado constitucionalmente por haber intentado manipular el nombramiento del presidente del Consejo Nacional de la Magistratura, como enviado especial de su partido. Pero ahí eran una rémora saqueadora de la ética y la moral, hoy son un triste recuerdo que alegra a millones de peruanos que celebran la extinción del partido acusado de actuar como banda criminal.