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OPINIÓN| Nicolás Lúcar: Las vergüenzas del Congreso

Anteayer veía las imágenes de la asamblea del Congreso que era levantada por falta de quórum, luego del abandono de los fujimoristas del hemiciclo.
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09-01-2019

Anteayer veía las imágenes de la asamblea del Congreso que era levantada por falta de quórum, luego del abandono de los fujimoristas del hemiciclo.El presidente del llamado primer poder del Estado, Daniel Salaverry, proclamaba su vergüenza por el espectáculo que el Parlamento ofrecía al país mientras golpeaba con furia el martillo con el que se daba por concluida la bochornosa sesión.Los congresistas de Fuerza Popular se retiraban exigiendo, como condición para regresar, que el parlamentario Alberto de Belaunde retirara las expresiones que Luz Salgado consideró ofensivas. Más o menos como el niño que se lleva su pelota si no lo dejan jugar como él quiere. Todo esto en medio de gritos destemplados de ambos lados y cuando debía debatirse el controvertido proyecto de ley de declaratoria de emergencia del Ministerio Público propuesto por el Ejecutivo.

Esta es más o menos la película repetida de la que los peruanos hemos sido testigos los últimos años.El Congreso, con honrosas excepciones, se ha convertido en el refugio de todo tipo de aventureros que llegaron en demasiados casos a las listas pagando por su lugar en ellas.Muchos de ellos se matricularon en Fuerza Popular, porque pensaron que jugaban a ganador y que Keiko sería presidenta. Si hubieran sabido que PPK ganaría las elecciones, es altamente probable que se hubieran puesto en sus listas.Tenemos para todos los gustos: congresistas mentirosos, que ocultan sus pecados y delitos en sus hojas de vida, que inventan información sobre sus estudios y títulos. Congresistas que tienen cuentas con la justicia y que se escudan tras su condición privilegiada de padres de la patria.Congresistas que les meten la mano a las mujeres y después tienen la desvergüenza de bromear sobre eso.Congresistas que, según nos enteramos por las investigaciones del fiscal Juan Carrasco, de Chiclayo, le ponen precio a sus gestiones y han convertido la función de representación en un jugoso negocio.

Mientras miraba, y sin capacidad ya de sorprenderme, este nuevo escándalo pensaba que esta gente no nos representa. Que los peruanos no somos así. Que esta gente no tiene derecho a hablar en nuestro nombre ni a pretender ser los portavoces de nuestros intereses.Algo hay que hacer para cambiar esto, que no es sino una señal de la profunda crisis de los partidos políticos peruanos. De esos clubes electorales que se arman cuando hay elecciones para desaparecer hasta la próxima elección. De organizaciones que no son parte de las vidas de las gentes y que, por lo mismo, no sienten los agobios y las angustias de los peruanos.Algo tenemos que hacer desde la sociedad para que esto cambie.Pero no hay que equivocarse, cerrar el Congreso como proponen algunos sin renovar y democratizar los partidos existentes y sin abrir la posibilidad de crear nuevos, no será sino repetir la historia.

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