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OPINIÓN | Nicolás Lúcar: venezolanos, un problema que no se resolverá solo

El Perú no tiene la capacidad de ayudar a 700 mil personas más. Primero debemos de resolver nuestros problemas en educación, transporte y salud.
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06-02-2019

El artículo que escribí ayer en esta columna bajo el título de “La hora del retorno”, y el editorial que hice en Radio y TV de Exitosa sobre el tema de la presencia masiva de venezolanos en Perú ha generado controversia. Pues bien, me felicito por ello.

Tenemos más de 700 mil venezolanos viviendo en nuestro país en este momento, y lo peor que podemos hacer es no hablar de todos los problemas que esa masiva migración ha traído consigo.

No podemos seguir tapando el sol con un dedo.

Lo que digo es simple y directo: el Perú no está en capacidad de absorber la presencia abrupta de 700 mil personas. Está fuera de nuestras posibilidades reales.

Para muestra un botón.

Más de 100 mil escolares venezolanos deben ser incorporados este año a nuestros colegios públicos. Se deben integrar a un sistema educativo que está en crisis, con una infraestructura que tiene un déficit de 100 mil millones de soles, con un 70% o más de locales no aptos según Defensa Civil y con maestros que no se dan abasto para atender a los nuestros.

700 mil personas necesitan lugares para vivir, hacer uso del transporte ya saturado y tienen que recibir atención médica en un país donde el sistema de salud está colapsado.

De esos 700 mil, 500 mil necesitan empleos que les generen ingresos para vivir y sostener a sus familias aquí y allá. Como no tenemos ningún plan, el problema se ha resuelto a lo bestia. Tenemos decenas de miles de ambulantes venezolanos en las calles, así como mototaxistas y colectiveros informales venezolanos. Los más afortunados han conseguido empleos, para los que por lo general están sobre calificados y sub remunerados, y de los que han desplazado a trabajadores peruanos.

Un problema adicional es el de la delincuencia, pues entre esos 700 mil han venido también de los malos.

No podemos seguir mirando para el techo, negándonos a hablar de este tema.

Estamos sentados sobre un barril de pólvora y hay que hacer algo y pronto para que no termine por explotar y dañarnos a todos.

Necesitamos una estrategia que parta por definir a cuántos de estos 700 mil podemos absorber e incorporar a nuestra economía, y por tener un plan para ellos y para los que no podemos acoger.

He sido uno de los primeros en rechazar la xenofobia contra los venezolanos y en recordar que con ellos tenemos una deuda que saldar porque acogieron a los nuestros cuando lo necesitamos.

Pero nadie imaginó el tamaño del problema que tenemos delante.

Esta estrategia debe incorporar nuestra política exterior. Nuestro rol debería ser el de ayudar a encontrar una salida política, pacífica y concertada a la crisis venezolana.

Nuestro papel hasta ahora ha sido el de confrontar, del lado de la diplomacia norteamericana, al régimen de Nicolás Maduro como si fuera nuestro papel decidir quién gobierna ese país, y cargando nosotros con todo el precio, en términos migratorios, del deterioro de la situación venezolana. Que yo recuerde, el gobierno de Donald Trump no ha ofrecido acoger a los venezolanos que literalmente han huido de su país. Eso nos lo dejan a nosotros.

La transición política es lo que viene en Venezuela y nosotros deberíamos promover el retorno de los venezolanos a su patria. No por falta de afecto o de solidaridad, sino por falta de capacidad para acogerlos. Ellos saben que su destino acá es incierto y que volver ahora sí se convierte en una opción.

¿Qué es exactamente lo que hay que hacer? ¿Qué pasos hay que dar? No lo sé. Pero creo que un buen comienzo es plantear esta discusión como una urgencia.