30/07/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Iban 90 minutos y el aburrimiento nos había amodorrado a todos. El discurso del presidente Martín Vizcarra en el 198 aniversario de nuestra independencia era un recuento tedioso de obras y acciones del último año, por cierto incompleto y controversial.
Cuando de pronto cayó la bomba.
El presidente cambió el tono, empezó a criticar la postura de la mayoría del Congreso con respecto a la lucha contra la corrupción, por los blindajes y los recortes a los proyectos de reforma judicial y política. La barra brava de Fuerza Popular no se hizo esperar. Cinco veces fue interrumpido por los gritos destemplados de algunos congresistas desaforados.
Estaba claro que los parlamentarios de esta nueva y esperpéntica mayoría que se ha articulado en el Congreso estaban preparados para desatar el desmadre cuando el presidente anunciara la disolución del Congreso por interpretar que no se había cumplido con la cuestión de confianza que había solicitado su gobierno. Salvador Heresi incluso anunció que estaba listo para defender a balazos su curul.
Pero, ¡oh sorpresa!, Vizcarra no dijo lo que esperaban que dijera.
Sorprendiendo a todos, el presidente anunció que solicitará una modificación constitucional para adelantar las elecciones generales. En resumen, se van todos. Se van los congresistas, pero también se va el presidente.
La incertidumbre inicial dio paso al planteamiento, que parece será caballito de batalla, de que el presidente renuncie para que Mercedes Aráoz asuma la presidencia, se queden los congresistas y siga todo como si no pasara nada hasta julio del 2021.
Lo cierto es que Martín Vizcarra no ha hecho sino reconocer una realidad.
Los escándalos de corrupción que envuelven a los últimos 5 expresidentes y a sus gobiernos, sumado al patético desempeño del Congreso, le han quitado legitimidad a quienes fueron elegidos el año 2016.
El asunto es más grave aún. Lo que está en cuestión en el Perú de hoy, como lo acredita el caso Tía María, no son solo temas particulares sino el modelo en el que están inmersos. Lo que tiene que revisarse son todos y cada uno de los contratos y concesiones otorgadas, que no son solo sospechosas de corrupción, sino que fueron diseñadas en contra del interés público y para favorecer a particulares, nacionales y extranjeros.
Lo que estamos viviendo hoy es el fin de una época y el agotamiento del proyecto neoliberal.
Lo que tenemos delante es el reto de hacer los cambios necesarios para que la explotación de los recursos que son de todos sirvan para el beneficio de todos.
Para ello no solo se trata de crear una nueva clase dirigente que no sea corrupta y que esté comprometida con los destinos del país, sino que tenga la capacidad de procesar esos cambios sin los cuales volveremos a perder el tren de la historia.
Nueve gente y nuevas ideas, eso es lo que el Perú de hoy demanda.