02/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Se hizo conocido cuando encabezó una sublevación militar el año 2000 en Locumba, que no se ha podido librar hasta hoy de la sombra de sospecha por haber coincidido con la fuga de Vladimiro Montesinos en el velero Karisma.
Elegido por Isaac Humala como el encargado de conducir los destinos del país, este hombre parece haber estado sometido a los designios de su padre, que -para empezar- decidió que fuera militar y no agrónomo como él quería, hasta que Nadine Heredia se hizo cargo de la tarea.
Ollanta Humala iba a ser el beneficiario de la sublevación de Andahuaylas de enero de 2005 contra Alejandro Toledo. Claro, si tenía éxito. El Andahuaylazo tenía como objetivo derrocar a Toledo y ponerlo a él a cargo del gobierno. Pero como fracasó, Ollanta se puso de perfil y fueron presos su hermano Antauro y más de 150 etnocaceristas que se inmolaron por él. Él se sacudió de toda responsabilidad. Como lo hizo en el caso Madre Mía donde manipuló testigos para liberarse de la responsabilidad por sus actos.
Luego, sin mirar para atrás, fue candidato a la presidencia por Unión por el Perú el 2006 y después por el Partido Nacionalista Peruano. Su promesa era realizar en el Perú una gran transformación. Decía en las plazas lo que los pobres e indignados querían oír. “Agua sí, mina no”, les dijo a los agricultores de Islay cuando fue a pedirles sus votos y adonde nunca más regresó a explicar por qué se había pasado a la otra orilla cuando llegó al poder.
Sus campañas fueron auspiciadas por dineros provenientes, la mayor parte de ellos, de Hugo Chávez y después de la caja negra de Odebrecht, a pedido expreso del expresidente José Inácio Lula Da Silva. Pero no solo de ellos. La campaña humalista recibió financiamiento de cocaleros, de mineros informales, de pequeños empresarios que pusieron sus esperanzas en que un gobierno como el que ofrecía Humala podía atender sus intereses. La fiscalía investiga también si Humala recibió dinero de Ángel Gonzales, el magnate mexicano dueño de media televisión peruana, cuyo grupo es parte de una denuncia precisamente por lo mismo en Guatemala.
Como en el caso de Keiko Fujimori, este dinero no se declaró, ingresó subrepticiamente a la campaña electoral, aunque en este caso la Fiscalía presume que parte importante de él fue usado para engrosar el patrimonio de los Humala Heredia y su entorno.
Aquí también se falseó información y se pitufeó.
Peor aún, los aportes fueron compensados desde el gobierno como en el caso del Gasoducto del Sur donde los intereses de Odebrecht fueron groseramente favorecidos.
Ollanta Humala pasó a la segunda vuelta el 2011 ofreciendo la Gran Transformación, ganó las elecciones bajándole el octanaje a su propuesta con una Hoja de Ruta que no era ni chicha ni limonada, pero terminó tristemente, sin pena ni gloria, administrando el programa económico inaugurado por Alberto Fujimori al que tanto había criticado.
Ollanta Humala, a quien su propio hermano Antauro invoca al suicidio para lavar su traición, no solo tendrá que responder ante la historia sino que, ahora sí, tendrá que responder ante la justicia. Ya era hora.