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OPINIÓN | Nicolás Lúcar: ¿tiene arreglo el Perú?

Necesitamos gente con ideas y una nueva clase política diferente a las de la última década para poder partir de ahí el cambio que necesitamos.

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peronas en el jr

06/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Uno de los efectos inevitables del escándalo de corrupción que envuelve a la clase políti­ca y empresarial peruana es la desmoralización que genera en la gente común.

La pérdida de fe de los ciu­dadanos, que ya no creen en nada ni en nadie y que no ven con esperanza un futuro en que las cosas puedan ser dife­rentes y cambiar para bien.

“Esto no tiene arreglo” es la frase que demasiados perua­nos tienen en la punta de la lengua.

Pero junto a esta especie de derrotismo se está producien­do una gran radicalización, una polarización, una tenden­cia creciente a buscar salidas extremas a lo que estamos viviendo.

En los últimos días he escu­chado a empresarios decir que lo que hace falta en el Perú es un Pinochet, que reviente a balazos las protestas sociales y ponga orden a la mala. En el otro extremo he escucha­do voces de quienes quieren acabar con todo lo existente y regresar a los días de Velasco Alvarado.

“Que regrese Fujimori”, por­que acabo con el terrorismo y estabilizó la economía, se exas­peran unos. Un Bolsonaro es lo que nos hace falta”, un presi­dente de ultraderecha.

“Ya viene Antauro Humala”, amenazan los otros, para fusi­lar a los corruptos y “recupe­rar” nuestros recursos.

Lo cierto es la polarización entre caviares y fuji-Apristas resulta un juego de niños com­parado con el nivel de violen­cia que nos amenaza si esta división en la sociedad perua­na entre opciones irreconcilia­bles y mutuamente excluyen­tes progresa.

El escándalo de corrupción generalizada en realidad no es sino un síntoma de una crisis aún mayor.

Tras el fracaso del nacionalis­mo militarista, y después de ha­ber ido a la deriva durante te el segundo gobierno de Belaunde y el primero de García, en el Perú se instaló un modelo de reem­plazo al que habían dejado los militares. Fujimori se apropió del programa del Movimiento Libertad y tomó como modelo el chileno de Pinochet e instaló en el Peru una versión bastante particular de neoliberalismo económico y social.

Lo que estamos viviendo hoy, así como ocurrió con el velas­quismo, es el fin de una época.

El modelo fujimorista, no duró los 10 años que abarcó su gobierno. Su programa no fue variado por quienes ascendie­ron al poder después, procla­mando incendiarios discursos anti fujimoristas y que, una vez llegados al gobierno, apli­caron a pie juntillas ese pro­grama económico y social fuji­morista que hoy parece haber llegado a su punto de quiebre.

La crisis de la educación, la salud, la infraestructura, la jus­ticia, el transporte, la seguri­dad se incubaron durante los 10 años que gobernó Fujimori. Ni el ,ni ninguno de quienes nos han gobernado las últi­mas 3 décadas puede sacudir­se de la responsabilidad del país que nos han dejado.

Pretender seguir con más de lo mismo no tiene sentido, pero tratar de volver a los años 70 es también descabellado.

¿Cuál es el camino a seguir? ¿qué debemos mantener y que cambiar?

Esa es la discusión que deberíamos enfrentar hoy, pero para eso se necesita gente con ideas y una nueva clase política que no sea incorrupta ni o in­eficiente con la que nos hemos castigado las últimas décadas.

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