13/03/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Hay una parte de la historia del Perú que no está en los libros, que no nos la cuentan en la escuela. Este es un pedazo de esa historia, la he tomado del relato que hace Ruperto Cáceda Vidal.
En San Mateo de Huanchor, a 95 kilómetros de Lima, de donde sale el agua mineral más famosa del Perú, todos saben qué pasó. Es parte de la memoria colectiva que comparten con las comunidades de campesinos de la Cuenca del río Rímac. En San Antonio, Chicla, Viso, Matucana, Surco, San Bartolomé y Cocachacra la crónica de la rebelión campesina contra la Fundición de Tamboraque se transmite de padres a hijos.
La primera protesta social del Perú contra la minería salvaje y la contaminación ambiental ocurrió aquí el 2 de enero de 1934.
Un empresario llamado Lizandro Proaño puso en actividad una Fundición en Tamboraque en 1930, de esas fundiciones como las de La Oroya y Casapalca, que envenenaban el aire con sus humos cargados de arsénico y dañaban el agua, los cultivos, los animales y a la gente. La agricultura colapsó, los animales morían y la gente enfermaba intoxicada por los vapores venenosos.
Durante 4 infructuosos años los dirigentes de las comunidades se quejaron ante todas las autoridades existentes. Nadie los escuchó. La paciencia llegó a su límite el
2 de enero de 1934 cuando se convocó una asamblea en la Comunidad de San Antonio para decidir lo que harían por sus propias manos ante la inacción y la complicidad de los gobernantes. Pero algo más ocurrió ese día. La esposa y los hijos de Filiberto Torres llegaron a la asamblea con la trágica nueva de que su padre había muerto envenenado por el arsénico. El empresario Lizandro Proaño se negó a cubrir los gastos del sepelio que reclamaba la familia y dice la leyenda que irrespetuosamente les lanzó unas tablas para que ellos mismos hicieran el ataúd.
La noticia enervó a la población que se reunió en San Mateo. Todos marcharon entonces sobre la fundicion, la casa de Lizandro Proaño fue incendiada y parte de las instalaciones fueron destruidas por gente enloquecida de la ira y harta del irrespeto.
Al día siguiente, la autoridad que hasta entonces había sido esquiva llegó a San Mateo. 80 policías tomaron por asalto el pueblo, dieron muerte a Eduarda Córdova, Benigna Suárez, Ausencio Tocas, Mateo Vera y a una niña llamada Luzmila Isla. 15 comuneros fueron gravemente heridos y una veintena fueron enviados a prisión en Lima. La fundición, sin embargo, no pudo seguir operando.
85 años después Tamboraque sigue siendo sinónimo de contaminación y de prepotencia.
Un gigantesco depósito de relaves tóxicos provenientes de la explotación minera de la empresa canadiense Great Panther Coricancha están almacenados allí a unos pocos metros del río Rímac, amenazando con contaminar la principal fuente de agua de Lima. Un terremoto o lluvias más allá de lo normal podrían colapsar el depósito venenoso, sin embargo, ninguna autoridad se atreve a hacer algo.
85 años después pareciera que no aprendimos nada.