OPINIÓN | Nicolás Lúcar: Susy Díaz y la reforma política
A los peruanos la vida nos vive, nos advertía Susy Díaz, que en su fugaz y colorido paso por la política dijo una de las frases más certeras que se han pronunciado para describir la raíz de nuestra tragedia nacional.
La existencial interrogante que se hiciera Zavalita, en la memorable novela “Conversación en La Catedral“, de Mario Vargas Llosa , ganador del premio Nobel y últimamente asiduo protagonista de las páginas de la revista “Hola” , la vino a responder con sabiduría -nada más y nada menos que una vedette.
Los peruanos estamos jodidos porque a nosotros nos pasan cosas que no nos gustan, sin que sepamos exactamente porque y sin que nos atrevamos a hacer algo para que no sean así.
Nos pasa que los políticos nos han robado desde que se fundó la República, y según el acucioso libro de Alfonso Quiroz incluso desde antes. Nos ha pasado que toda clase de oportunistas han sido encumbrados al poder con nuestros propios votos porque creímos en sus promesas y porque no nos detuvimos a pensar y porque no nos comprometimos con nuestro propio destino, y terminamos una y otra vez traicionados.
Nosotros le entregamos el poder a los peores. A los corruptos y a los ineficaces que han conducido las riendas de la nación peruana.
Un país rico en recursos naturales y en historia, que hace décadas debería ser parte del llamado primer mundo, tiene al final del camino un puñado de ostentosos millonarios en un país donde la salud pública está colapsada, la educación pública, la seguridad y el transporte son de los peores del mundo y las carreteras son una vergüenza. En el Perú el paso del tiempo no parece significar progreso sino deterioro.
Nuestros maestros y policías ganan 3 veces menos que hace 50 años y estamos 30 años atrás en infraestructura de salud y de educación, mientras millones de peruanos no tienen acceso al agua potable y al desagüe y estamos enfrentando una anemia infantil y una desnutrición que no corresponden a un país orgulloso de haber crecido como ninguno en las cifras macroeconómicas en las últimas dos décadas.
Y es que nos hemos acostumbrado a no comportarnos como ciudadanos. Votamos los días de elección y les dejamos la soberanía, el ejercicio del poder prácticamente sin control, a quienes llegan al gobierno y al parlamento.
Ellos deciden por nosotros, y eventualmente pugnan entre ellos por el control de esa capacidad de decidir por nosotros, por ser los titulares de la usurpación Nosotros nos hemos acostumbrado a que eso es lo normal.
El reto que tenemos delante es enorme pero es simple. Hay que cambiarlo todo en este país que está de cabeza, pero lo primero que tenemos que cambiar es a nosotros mismos.
“Hay que cerrar el Congreso” es lo muchos dicen ahora, pero nuestra tragedia consiste en que podemos cerrar este parlamento lleno de impresentables y no tenemos por quién reemplazarlos.
Por eso la reforma política es tan importante, pero el objetivo central de la misma tiene que ser darle a los ciudadanos la posibilidad real de involucrarse, de participar en la decisiones, de comprometerse, de controlar las decisiones de los colectivos políticos pero sobre todo de quienes sean electos.
Una vez más hagámosle caso a Susy Díaz no dejemos que la vida nos viva.