07/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El colapso de la tubería matriz de aguas servidas de San Juan de Lurigancho ocurrido recientemente puso en evidencia la ineficiencia e incapacidad de los directivos de Sedapal.
Ha tenido que ocurrir lo que ocurrió para que nos enteremos de que cuando se construyó el Metro no se tomó en cuenta que 10 metros por debajo y a lo largo de 4 kilómetros debía correr la tubería matriz del desagüe del distrito más grande del Perú. No hubo quien llamara la atención sobre el hecho evidente de que el peso del tren, unido a la potente vibración, suponía un alto riesgo y que no había garantía de que el ducto resistiera en esas condiciones los 80 años que debía durar.
La responsabilidad de tamaña negligencia evidentemente recae en el consorcio de Odebrecht y Graña y Montero que hizo la obra, en la supervisora que no hizo ninguna observación al respecto, pero sobre todo en Sedapal que es la responsable del servicio de agua y alcantarillado de Lima.
Simplemente no hizo su trabajo.
Ahora sabemos que la rotura del tubo de La Huayrona, que corre 5 metros por debajo del tren, provocó una inundación que debilitó el terreno sobre el que estaba asentado el tubo matriz y este fue el desencadenante del colapso.
Lo que no sabía, porque recién me lo contó ayer un dirigente de sus trabajadores, es que Sedapal había tercerizado los servicios de supervisión y mantenimiento de ese tubo matriz, la que evidentemente no cumplió con sus responsabilidades.
Es más, ahora me entero de que Sedapal lo terceriza todo, es decir, que es una empresa pública de derecho privado que hace todo a través de empresas privadas a las que subcontrata y todo indica que lo hace mal. Habría que investigar las características y condiciones de esas tercerizaciones que, a la luz de lo que hemos vivido, también resultan sospechosas.
Y digo esto porque esta misma semana la Cámara Peruana de la Construcción (Capeco) ha emitido un reporte donde sostiene enfáticamente que en Lima y Callao hay 12 puntos en los que podría ocurrir exactamente lo mismo que ocurrió en San Juan de Lurigancho. Es decir, tubos matrices de desagüe que podrían colapsar. Tubos que por su antigüedad ya no son confiables, tubos preparados para 10 veces menos presión y carga de la que reciben a raíz del boom inmobiliario y el crecimiento desordenado de la ciudad, que no ha ido de la mano con obras de infraestructura de saneamiento que eran obligación de Sedapal y que la empresa no ha hecho.
Es más, Capeco sostiene que hay cerca de 3,000 kilómetros de cañerías de agua y desagüe que deberían ser cambiadas con urgencia y que el 75% de los desagües de Lima son literalmente lanzados al mar.
A todo esto habría que agregar que solo en Lima hay cerca de 2 millones de personas que no tienen acceso domiciliario regular y permanente al agua potable de calidad.
El balance es claro: las cosas no pueden seguir como están.
Sedapal está en manos equivocadas, debe ser inmediatamente reorganizada y entregada a técnicos calificados que deben ocupar sus puestos porque están calificados para ello y no por razones políticas, o peor aún porque llegaron donde están para llenarse los bolsillos.