OPINIÓN | Nicolás Lúcar: la reforma política
Los peruanos hemos repetido, como si lo hubiéramos ensayado, el desperdicio de oportunidades históricas.
Fuimos los principales productores de guano de la isla, de caucho, y luego uno de los grandes proveedores de harina de pescado para el mundo. Generamos recursos cada año como para pagar varias veces el presupuesto de la República de esos tiempos. El dinero llegó a raudales. Pero la riqueza generada no sirvió para resolver los grandes pendientes del país, ni para colocarnos en el escenario de los protagonistas de la escena contemporánea. Nuestra riqueza solo sirvió para hacer millonarios a unos pocos empresarios aventureros y a funcionarios públicos corruptos.
No tuvimos una clase dirigente capaz de conducir el proceso de explotación de esos recursos, de invertirlos en desarrollar infraestructura, en educación, en diversificar nuestra producción, en generar un gran mercado interno.
Así como vino, el dinero se fue y la vida siguió su curso.
Hoy estamos al borde de repetir, nuevamente, la historia. En los últimos años hemos vivido un boom minero que ha generado recursos como para transformar de una manera fantástica el país.
Pero el final de un primer ciclo del boom, que significó que las cifras macroeconómicas del país crecieran año tras año por dos décadas casi íntegras, una vez más nos ha dejado el sinsabor de la oportunidad perdida.
Aunque los índices de pobreza se redujeron, (me canso de escribir y de hablar sobre lo mismo), tenemos una educación y una salud vergonzosas, no hemos desarrollado nuestra infraestructura... y todo lo demás que sabemos no hemos hecho.
Y esto ha sido así, una vez más, porque el país estuvo en manos de políticos corruptos e ineficientes que gobernaron para beneficio de un minúsculo grupo de empresarios corruptores, sin amor por su país y sin visión, capaces de hacerse cómplices del saqueo del erario nacional por empresas extranjeras a cambio de llevarse una tajada.
La única manera de conjurar esta maldición es barrer de la escena a quienes no merecen estar ni en el poder ni en la dirección de sus empresas, sino en la cárcel y construir una verdadera clase dirigente , que sea expresión del Perú que se está construyendo desde el mundo de los emprendedores, de los micro, pequeños y medianos empresarios, de los que hacen las cosas, de los técnicos que han dedicado sus vidas a estudiar el Perú y a formular propuestas para transformarlo y que nunca han sido escuchados, de los representantes reales de la sociedad civil que tienen que bloquear carreteras cada tanto para recordarnos que hay un país real esperando respuestas.
Sí, necesitamos una gran reforma política, pero que debe servir para eso, para darle las riendas de nuestro país a quienes nunca las tuvieron. Ya es hora.