OPINIÓN | Nicolás Lúcar: momento de decisiones
El gesto fue dramático.
Martín Vizcarra, presidente de la República, llegó al Congreso flanqueado por Salvador del Solar, presidente del Consejo de Ministros, y Vicente Zeballos, ministro de Justicia. “Salgo en 5 minutos”, les dijo a los periodistas y no necesitó más.
Había ido solo a dejar un sobre cuyo contenido resumió parado en las escaleras del Palacio Legislativo.
El Presidente recordó la trascendencia de la reforma política. Agradeció a la Comisión Tuesta por su trabajo y recordó que durante un mes literalmente no habían hecho nada con los 12 proyectos de ley para llevar las reformas a la práctica y que fueron entregados por el Ejecutivo al Congreso.
Recordó que por ello se convocó el día 15 a una reunión a todas las bancadas representadas en el Congreso y que él había entendido que el debate para aprobar una a una las reformas empezaba, y que ayer debía ocurrir un encuentro en el Congreso con Salvador del Solar para avanzar en ese camino. Pero, ya subiendo el tono, dijo que el proyecto de ley sobre inmunidad parlamentaria había sido archivado el día 16, contradiciendo el espíritu de la reunión ocurrida 24 horas antes.
Muy molesto, después de reiterar la transcendencia de las reformas propuestas por el Ejecutivo al Congreso, y censurando la actitud del Congreso, el Presidente se fue de regreso a Palacio.
Está claro que esta fue una nueva declaratoria de guerra y que esta vez podría ser terminal.
Después del incidente de hoy quedan solo dos caminos o, pensándolo bien, tres.
La convocatoria a un nuevo referéndum que decida las reformas pasándole por encima al Congreso.
La solicitud de un voto de confianza que termine en el cierre constitucional del Congreso y la convocatoria a elecciones adelantadas para renovarlo.
Que el Congreso admita a debate la iniciativa de Jenny Vilcatoma de vacar al Presidente.
La actitud del Presidente ha logrado el milagro de unir a casi todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso que se han lanzado contra Vizcarra.
Es evidente que en una nueva confrontación Vizcarra-Congreso no hay que ser adivino para saber que este último lleva las de ganar.
El Presidente puede hacer lo que quiera con el Congreso y la gente sin duda lo apoyaría, pero no debe perder de vista que él tiene sus propias cuentas por saldar con los ciudadanos que esperan que vayan presos los corruptos, que se desarticulen las redes y sistemas de corrupción que persisten, pero también que los grandes problemas del país se resuelvan.