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OPINIÓN | Nicolás Lúcar: inseguridad al límite

Ni los ricos ni los pobres se libran de ser víctimas de asaltos y de robos.
Delincuencia
24-05-2019

Estaba sentado frente al escritorio decidiendo si mi columna para el diario Exitosa sería sobre los primeros 26 años de cárcel pedidos por el fiscal Juan Carrasco para Edwin Oviedo por los crímenes de los Wachiturros de Tumán, o si escribiría sobre el enfrentamiento entre el Congreso y el Ejecutivo. Pero cuando estaba en estas cavilaciones me acordé de la noticia increíble de esta mañana que hablaba de un Coronel de la PNP asaltado por pistoleros el día de ayer y pensaba que si asaltan a los que deben cuidarnos, qué nos puede esperar a los ciudadanos comunes y corrientes. Entonces recibí una llamada donde me contaban que en la avenida Golf Los Inkas de Surco, una zona residencial exclusiva, una señora había sido asaltada al momento de abrir la puerta de su casa por un delincuente que pistola en mano le arrebató la cartera y el celular y escapó en una moto, que la pobre mujer no entendió de dónde salió ni en qué momento.

No había terminado la llamada cuando encontré un mensaje escrito en el celular pidiéndome una entrevista en la radio de un grupo de pobladores de El Agustino desesperados por el agobio de la delincuencia en sus barrios.

La gente no habla de otra cosa.

Las calles están tomadas por los delincuentes, nadie se siente seguro en ninguna parte. Eso es lo que está pasando.

No importa dónde viva, ni en San Isidro ni en Villa Mari?a del Triunfo está usted seguro.

Ni los ricos ni los pobres se libran de ser víctimas de asaltos y de robos.

La iniciativa la tienen los malos. Y los ciudadanos estamos a la defensiva. Es como si estuviéramos en una guerra donde el enemigo nos ataca por todos los flancos y nosotros no tenemos ni estrategia ni generales para enfrentarlos.

No hay una reingeniería de personal en la Policía para retomar el control de la situación y sacar a los miles de policías que están haciendo de semáforos o cuidando a quien no deberían tener el privilegio de un resguardo pagado por el Estado, en vez de estar en las calles cuidando a la gente.

No hay una coordinación adecuada con los servicios de Serenazgo y menos con los más de 150 mil vigilantes privados que hay por todos lados.

Las cámaras de seguridad no están sincronizadas y la capacidad de respuesta rápida a los ataques de los delincuentes está seriamente limitada por las carencias de vehículos y equipos de comunicación.

Estamos perdiendo la guerra contra el delito, y la paciencia de los ciudadanos está llegando al límite.

La situación se agrava por la presencia masiva y descontrolada de inmigrantes venezolanos que han traído consigo una cuota de delincuentes despiadados y sanguinarios que se han venido a sumar a los nuestros.

Todo esto en un contexto de crisis social que no se llega a medir en su grave dimensión. Tenemos decenas de miles de jóvenes que ni estudian ni trabajan, jóvenes que abandonan los estudios sin terminar el colegio, jóvenes que tienen como única opción agarrar los trabajos de 12 horas o más al día y los peor pagados y que se ven condenados a vidas miserables y sin esperanza mientras ven cómo sus vecinos metidos en el mundo del delito tienen motos, zapatillas de marca y dinero en el bolsillo. La tentación es grande para los jóvenes, sobre todo cuando estamos en un país donde “todos roban” , donde el mal ejemplo cunde, donde los ex presidentes de la República están haciendo cola para ir a la cárcel por ladrones.

Hay que parar esto y hay que pararlo ahora.

Ya había cerrado esta nota cuando me entero que en la puerta de Exitosa acaba de ocurrir un asalto a balazos contra trabajadores de la empresa.

No pudieron llevarse nada porque aquí sabemos defendernos.

Pero esto no puede seguir así.