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OPINIÓN | Nicolás Lu?car: el factor social de lo ilegal

Decenas de miles de peruanos viven de la minería ilegal, trabajando en condiciones infrahumanas, exponiendo cada día su salud y sus vidas.

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07/03/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023

Hay un país que nuestros políticos, incluidos los del gobierno, se resisten a mirar.

Detrás de la minería ilegal no solo están los reyes, y reinas, de La Pampa y de otros territorios depredados, están quienes procesan ese mineral, los que lo legalizan y lo importan. Cuando más arriba en la pirámide y más lejos del trabajo esclavo e inhumano de los lavaderos y minas ilegales, más dinero y más impunidad. Cuando más abajo, más miseria. Decenas de miles de peruanos viven de la minería ilegal, trabajando en condiciones infrahumanas, exponiendo cada día su salud y sus vidas. Gente que está ahí porque el Perú no les ofrece oportunidades mejores. Nadie escoge ser esclavo.

Decenas de miles de peruanos (tal vez me quedé corto y debería hablar de cientos de miles) viven del cultivo de la hoja de coca, de su procesamiento y conversión en pasta básica y en clorhidrato de cocaína, del traslado de insumos ilegales, del transporte y de toda clase de servicios relacionados directamente con el narcotráfico. Pero, una vez más, detrás de este negocio multimillonario están los dueños de la droga, los grandes proveedores de insumos, las “Firmas” que dinero en mano acopian el producto y lo entregan a los agentes de los cárteles internacionales. Detrás están los que sacan la droga al mundo, y los que lavan el dinero sucio en el Perú en todos los negocios imaginables.

Pero igual que en la minería ilegal, cuando más lejos de los campos de cultivo donde sobreviven campesinos cocaleros por una tajada miserable de esta gran torta, están el dinero y la impunidad, están los dueños y beneficiarios del negocio, están los que no van presos. Van a la cárcel los paqueteros, los burriers y pierden sus cultivos los cocaleros víctimas de erradicaciones tan abusivas como inútiles. Porque ese ejército de campesinos seguirá cultivando coca, ahí mismo o en otra parte, mientras no tengan alternativas reales y durables de hacer algo distinto que no los condene al hambre.

Y hay que decirlo también, detrás de la minería ilegal y el narcotrafico hay una enorme red de corrupción que cobra por no ver y por dejar hacer. Una red que llega hasta las más altas esferas del poder y del sistema de justicia.

No se puede pretender resolver por ello con medidas puramente punitivas, policiales y militares, lo que tiene en su base un enorme problema social.

No sirve de nada ocupar militarmente La Pampa o erradicar cultivos de coca si no se ofrece a la gente un medio de vida alternativo. Porque no hacerlo es condenarnos a que crezcan como han crecido los cultivos de coca en nuevas zonas o que surjan nuevas Pampa en otros lugares.

Es hora de que aprendamos la lección. Lo mismo vale para el caso de mototaxistas, taxi-colectivos y ambulantes. La falta de empleo seguro y bien pagado ha obligado a cientos de miles de peruanos a buscárselas. No hay solución a estos problemas sin darle nuevas y mejores oportunidades a la gente. Para eso, sí pues, hay que cambiarlo todo y cambiarlos a todos.