OPINIÓN | Nicolás Lúcar: el debate sobre los partidos
Gran controversia ha generado la conclusión del fiscal Juárez Atoche, después de casi 5 de investigación, de que el Partido Nacionalista ha actuado como organización criminal y que por decisión judicial debe ser declarado en liquidación y disuelto.
Tal cual. Como se haría con cualquier empresa o persona jurídica que ha sido usada como instrumento para lavar dinero y que ha sido beneficiaria del mismo.
Por supuesto que han saltado hasta el techo quienes temen ser medidos con la misma vara. Humalistas y fujimoristas terminan ahora hermanados por obra y gracia del Equipo Especial del Caso Lava Jato.
Lo que no quieren reconocer es que en el Perú hacer política se ha convertido en un extraordinario negocio, y de qué manera rentable.
Trataré de resumir cómo se hace.
Para eso hay que empezar por tener un candidato y crear un partido político o movimiento con el cual pueda usted engañar a los incautos que le den sus votos para que llegue usted al poder municipal, regional o nacional.
La operación empieza en la campaña, usted recolecta fondos de empresarios e inversionistas que se cobrarán, con creces, lo aportado con las obras que usted se encargará de entregarle cuando tenga el poder para hacerlo.
A eso súmele los aportes de sus invitados, de aquellos que quieren entrar en política con las mismas intenciones que usted y compran a precios variables su lugar en las listas como candidatos. Ellos tendrán su propio negocio cuando alcancen su tajada de poder.
El programa de gobierno y los trámites de inscripción no son problema, consigue usted incautos que lo hagan y si no hay especialistas para eso. El más calificado, José Cavassa, no podrá atenderlo por ahora, está preso. Las firmas se consiguen o se inventan, los comités se fabrican y el plan de gobierno se manda a hacer.
De lo que se trata es de llegar y de ahí para adelante a forrarse.
Lo que se dice en la campaña sirve para ganar la elección, lo que se hace una vez ganada es otra cosa.
Así ha sido más o menos la cosa. Partidos asociados a un nombre, a un candidato y que han atado sus destinos a él.
Es cierto que hay otros como el Apra o el PPC que tienen historia y militantes y una existencia, aunque precaria, en cuyos casos podrá tal vez decirse que fueron secuestrados por dirigentes que hicieron las fechorías. Ellos podrán librarse de la disolución, pero no de la responsabilidad civil por las acciones de quienes ellos pusieron en el poder a dilapidar los recursos públicos.