14/05/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
La declaración de Susana Villarán del día sábado resulta reveladora más allá de lo que expresaron sus palabras.
Es cierto, ha reconocido que gestionó y aceptó aportes de OAS y Odebrecht para sus campañas y que mintió al negarlos hasta ahora.
Es cierto, ha pedido perdón, pero también es cierto que pretende que le creamos que el dinero que recibió fue a cambio de nada y no para devolver luego el favor a dos empresas que tenían intereses en la municipalidad de la que ella era alcaldesa y que fueron beneficiadas con contratos y adendas absolutamente perjudiciales para la ciudad.
Susana jura que ella no se ha enriquecido, y que ninguno de los personajes públicos que apoyaron su campaña recibieron dinero alguno. Pero las cuentas no cuadran.
Según las confesiones de los brasileños, un total de 10 millones de dólares fueron entregados para impedir la revocatoria y promover la reelección de Susana Villarán. Pero todo lo gastado en la campaña y lo pagado a los publicistas brasileños encabezados por Favre no alcanza para explicar ni la mitad del destino de ese dinero.
Alguien se quedó con parte de los fondos y tenemos derecho a sospechar que Susana lo sabe.
Muchas preguntas quedaron además sin respuesta: ¿quiénes recibieron el dinero?, ¿cómo lo recibieron?, ¿quiénes operaron esos fondos?, ¿quiénes sabían de ellos?
Me temo que muchos ídolos caerán de sus pedestales en los próximos días.
Pero lo que me resulta más significativo es la convicción con la que Susana Villarán defiende lo que hizo. “Lo volvería a hacer”, llegó a decir en un momento. Porque ella sigue convencida de que en esta película de la que se siente protagonista, ella representa a los buenos y que en la lucha contra los malos, representados por Luis Castañeda, todo le estaba permitido, hasta recibir dinero sucio por debajo de la mesa.
Cada día me convenzo más de que en esta película no hay buenos, como en algún film de Quentin Tarantino, todos son bandidos y todos merecen la cárcel.
Sí pues, la izquierda también está manchada por la corrupción, y sus colectivos deberían ahora salir a la calle, como han hecho antes contra otros, pero esta vez a pedirle cuentas a sus líderes. Si no lo hacen no pueden pretender que el país vuelva a creer en ellos.