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OPINIÓN | Nicolás Lu?car: La catástrofe y cómo enfrentarla

Se deben crear reservorios, mover a las personas de las zonas de riesgo, no permitir que se construyan carreteras y puentes que no esté preparados para los desastres.
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11-02-2019

Todos los años ocurre lo mismo. Los mismos huaicos, sobre las mismas zonas pobladas que no deberían estar pobladas. Los derrumbes que bloquean las mismas carreteras y rompen los mismos puentes. Los mismos desbordes arrasando los mismos lugares que arrasaron el año anterior.

Todos los años lo mismo y no aprendemos.

¿Por qué nos pasa esto? La respuesta es simple.

Año tras año se ha permitido y promovido la ocupación de quebradas y cauces de alto riesgo.

Año tras año hemos permitido que constructoras inescrupulosas y funcionarios corruptos hagan obras que no están preparadas para enfrentar lo que todos sabemos ocurrirá. A las primeras solo les interesa forrarse y a los segundos sacar su tajada.

¿Y los organismos de control? Bien, gracias. ¿Y el interés público? les interesa un comino.

Nadie se ha atrevido hasta ahora a poner las cosas en su sitio y a que en el Perú se hagan las cosas bien y nosotros, los ciudadanos, hemos permitido -con nuestra pasividad- que esto ocurra.

Pero resulta que ahora no podemos darnos el lujo de seguir viviendo con esta historia repetida de tragedias.

Nuestro país está siendo afectado por una seria perturbación climática, que no es el Fenómeno de El Niño tradicional al que hemos estado acostumbrados y que tanto daño nos ha hecho.

Cuando los genios del clima se atreven tímidamente a anunciar que es probable que tengamos un Fenómeno de El Niño, que tal vez sea moderado, pueblos enteros son arrasados por las lluvias, las inundaciones, los desbordes y los deslizamientos. Por lo menos 14 regiones han sido afectadas con consecuencias catastróficas y se teme que la situación no solo se mantenga y extienda a otras zonas del país, incluyendo Lima, sino que lo peor todavía está por venir.

Por todo el país se reportan lluvias que no se vivían hace décadas.

Alcaldes y gobernadores regionales reclaman la declaratoria de emergencia para enfrentar una situación de la que no fueron advertidos y para la que no estábamos preparados.

A todo esto hay que sumar, que mientras la desgracia camina hacia el norte, la Reconstrucción con Cambios ha sido un fiasco.

Dos años después, poco es lo que se ha hecho, parte de lo hecho está mal y todavía ni se empieza con tareas que eran urgentes.

Si llueve en Piura siquiera cerca de lo que llovió el 2017 los desbordes se repetirán porque la descolmatación del fondo del río Piura ya volvió a su nivel del 2017 y porque no se ha abierto el desfogue hacia el mar. Cerca de 200 colegios están esperando que terminen con los benditos expedientes técnicos, y las obras están lejos de empezar cuando ya nuevas lluvias amenazan con llegar.

Licitaciones son ganadas por consorcios que subcontratan a empresas que a su vez subcontratan a quienes finalmente hacen las obras y padecen por cobrar.

Notables miembros del 'Club de la Construcción', que le robaron sistemáticamente a los peruanos, han sido premiados con cientos de millones de soles en obras solo en los últimos dos meses.

Acá no hemos tenido reconstrucción ni se han realizado cambios.

Marti?n Vizcarra tiene al frente uno de sus mayores retos.

No solo se trata de prepararnos para la catástrofe, y de actuar rápido atendiendo a los que ya fueron afectados.

Se trata de hacer lo que hace décadas los especialistas están reclamando:

Crear reservorios en todo el país que esperen las lluvias, que permitan no solo impedir la destrucción de los desbordes sino usar esa agua para agricultura, consumo y energía.

Mover a todas las poblaciones asentadas irresponsablemente en zonas de alto riesgo.

No permitir que se construya una sola carretera y puente más que no esté preparado para las lluvias, inundaciones y huaicos.

Pero para eso hay que cambiar a quienes no están a la altura de las circunstancias y poner en su lugar a los que saben lo que hay que hacer, a los que saben cómo hacerlo y, además, rápido y sin robar.