25/02/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
En 1993 ocurrieron en el Perú muchas cosas importantes. La aprobación de la Constitución por el Congreso Constituyente Democrático significó la instauración articulada de un modelo neoliberal, ideado originalmente por Mario Vargas Llosa y el Movimiento Libertad y llevado a la práctica, en su versión más bien chabacana, por Alberto Fujimori y los suyos.
Una de las reformas más importantes aprobada en ese entonces fue la creación en el Perú de las Administradoras de Fondos de Pensiones, más conocidas como AFP, que había inventado en Chile José Piñera, el hermano del actual presidente de ese país.
Con la promesa de rescatar los intereses de los jubilados, a quienes se convertía ahora en aportantes, se ofrecía transparencia, fin de los malos manejos y -sobre todo- pensiones dignas gracias a la eficiencia de gestores privados. Sonaba bonito.
25 años después, es tiempo de hacer el balance de lo que pasó y de cuáles eran realmente las intenciones de quienes promovieron crear un sistema semejante.
Más de 7 millones de peruanos son parte ahora del sistema de las AFP y con sus aportes han permitido crear un fondo casi del tamaño del Presupuesto General de la República, más de 160 mil millones de soles.
Lo cierto, sin embargo, es que los grandes beneficiarios de este boom no han sido precisamente los aportantes.
Se han beneficiado las administradoras que con el perverso sistema de las comisiones han ganado siempre, sin que exista ninguna relación entre su eficiencia y su beneficio.
Han ganado las compañías de seguros con las pólizas obligatorias que les ha dado un público cautivo.
Han ganado aquellos privilegiados, asociados a los bancos, a las compañías de seguros y a los grandes grupos económicos que han podido tener acceso a los millonarios fondos de las AFP a tasas de interés bajísimas.
Lo increíble es que mientras tanto los micro, pequeños y medianos empresarios pasan todos los padecimientos imaginables para tener acceso a créditos y terminan sometidos a tasas de interés altísimas, si tienen la rara fortuna de que un banco les preste dinero, o terminan en manos de prestamistas informales que cobran tasas abusivas y utilizan métodos criminales de cobranza. Los emprendedores tienen cerrado el acceso a los multimillonarios fondos de las AFP.
Los aportantes, por su parte, no han incrementado significativamente sus pensiones y cuando hace dos años se dio la oportunidad de que retiraran sus fondos descubrieron que era mejor negocio para ellos ponerlos en una Caja de Ahorros que dejarlos en la AFP. Pero, además, no han tenido ninguna participación en las decisiones de lo que se hacía con su dinero.
El proyecto era perverso. Se inventó un sistema para que la clase media aportara a un fondo millonario que terminó poniendo en manos de grandes grupos económicos inmensas cantidades de dinero para sus negocios, sin que quienes ponían el dinero tuvieran ninguna capacidad de decisión, ni de control y sin ser ellos los grandes beneficiarios.
El cuento de “pobrecitos los viejitos” no fue sino eso, un gran cuento. De lo que se trataba era de sacarle a los de abajo enormes cantidades de dinero para que hicieran tremendos negocios los de arriba.
La hora de revisar el sistema de las AFP ha llegado, comencemos por hablar de esto en voz alta.