OPINIÓN | Martín Belaunde Moreyra: El guano en el Perú y el mundo
Durante las últimas dos semanas mi atención ha estado concentrada en un libro fascinante: Los Señores del Guano - Una Historia Ecológica Global del Pacífico del biólogo norteamericano Gregory T. Cushman. La familia cercana y lejana de su autor, de una u otra forma, ha estado vinculada a esa extraordinaria sustancia producida por el excremento de ciertas aves que ha dado de comer a los terrícolas en los siglos XIX, XX y en lo que va del XXI. Pero el guano no se produce tierra adentro. Es el resultado del apetito de las aves costeras que se alimentan de peces que viven en mares fríos y cuyos restos fecales son lanzados desde el aire en nuestras costas e islas desérticas adyacentes así como en litorales parecidos de otros lugares del planeta, caracterizados por sus gélidas aguas.
En un planisferio mundial anexo al libro, podemos apreciar que solo se produce guano en las costas del Perú así como del norte de Chile, antes nuestras y bolivianas, en ciertas islas del Pacífico central con mares cálidos, hoy en peligro de desaparecer, y en las costas de Namibia y Sudáfrica. ¿Por qué? Evidentemente, salvo tales islas tropicales, hay una correlación entre la frialdad del mar, las costas desérticas, los peces que se nutren del plancton marino y determinadas aves que se alimentan de ellos y que vuelan por esas zonas. Al mismo tiempo, particularmente en lo que antes fue el extremo sur del Perú, el árido territorio de Tarapacá y la desértica salida al mar de Bolivia por Cobija y Antofagasta, conquistados por Chile durante la Guerra del Pacífico, se descubrieron grandes yacimientos de salitre. Tales yacimientos eran ricos en nitrógeno e indispensables como fertilizante para la agricultura y la producción de explosivos.
La historia del Perú, Bolivia y Chile ha girado en torno a estas sustancias milenarias. Un historiador boliviano, Roberto Querejazu Calvo, publicó en 1979, coincidentemente con el centenario de la Guerra del Pacífico (1879-1883), un libro titulado Guano, Salitre y Sangre que narra desde el punto de vista boliviano la historia de ese infausto conflicto. Claro que infausto para el Perú y Bolivia pero maravilloso para Chile, cuya próspera economía entre 1880 y 1925 estuvo basada en la explotación del salitre. Casi cien años después todo esto resulta un recuerdo histórico, porque con el tiempo nuestros destinos tomaron un giro distinto. Sin embargo, pesa en el imaginario colectivo de los tres países. Para Chile es un motivo de orgullo nacional, para Bolivia una herida abierta y para el Perú un evento todavía doloroso a pesar de haber pagado su costo.