OPINIÓN| Martín Belaunde: Al enemigo, puente de plata
La Asamblea Nacional de Venezuela ha tomado decisiones de inmensa importancia. Ha dicho que el régimen resultante de las elecciones realizadas el 2018 es ilegítimo. Asimismo ha decretado una amnistía a favor de los miembros de las Fuerzas Armadas que contribuyan a una transición democrática. En Venezuela tenemos una situación muy particular. El presidente del Poder Legislativo que reclama para sí la legitimidad de un gobierno, con el objeto de sustituir al actual, convertido en nulo por su origen y ejercicio. Y de otro lado, un gobierno de facto que controla el poder y todavía al territorio, pero que es rechazado por el pueblo, la Asamblea Nacional y por la comunidad internacional, salvo los países que lo apoyan.
Maduro y su círculo íntimo no tienen dónde ir ni saben cómo gobernar. Son conscientes de que sus actos generan el rechazo externo, situación que lo convierte en un régimen aislado cuya vigencia real está dirigida a sus escasos seguidores armados. Sin embargo aún domina el territorio y puede realizar actos tiránicos que afecten la vida y la seguridad de la población. Maduro en estos días es el cabecilla de una dictadura con fuerza para matar y dañar pero sin eficacia para administrar el país. Venezuela ha llegado a una situación límite que ahonda su terrible crisis económica y el efecto migratorio más pavoroso que registra el continente americano.
¿Qué hacer? Facilitar su salida, ¿pero cómo? En mi opinión el mayor problema de Maduro y Compañía es que no tienen quien los reciba. Se supone que sus aliados Cuba, China, Rusia y Corea del Norte los deberían aceptar con los brazos abiertos. Dicen por ahí que el gobierno cubano no los desea. Eso dejaría solo a los tres primeros. Entonces bajo estas condiciones la medida más eficaz sería que algún integrante de la comunidad internacional negocie su huida a uno de esos países o al que fuere.
¿Será posible? Si el régimen venezolano solo tiene como perspectiva quedarse en Venezuela y sufrir un destino parecido al de Gadaffi, luchará por el poder hasta la muerte del pueblo venezolano. Y eso sería trágico. En estas condiciones se debe buscar a un gobierno o entidad internacional que facilite la huida del círculo gobernante para dirigirse a un Estado dispuesto a recibirlos. ¿Habrá algún voluntario? Sería una tarea perfecta para el Secretario General de las Naciones Unidas y hasta para el Papa. Creo que debe tocarse sus puertas.