24/03/2020 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
El Congreso de la República parece estar condenado al desprestigio y no precisamente porque a la gente le gusta hablar mal del ese poder del Estado, sino por obra y gracia de sus propios integrantes, que al igual que los disueltos siguen cometiendo barbaridades pese a que en la campaña electoral juraron y rejuraron que se iban a portar bien y que no serían igual que sus repudiados antecesores.
Lo ocurrido el sábado 21, en pleno estado de emergencia y aislamiento social por la pandemia del coronavirus, es por demás repudiable. Tres congresistas que, valiéndose de su condición de tal, hicieron uso de un vuelo humanitario, es decir de ayuda a personas varadas en la capital, para trasladarse a su tierra natal, Cusco.
Pero lo más escandaloso fue el caso de Rubén Pantoja (Unión por el Perú), quien viajó con once familiares, dejando fuera a similar número de personas que realmente necesitaban viajar. Los otros parlamentarios que tuvieron la misma actitud, que tampoco deja de ser escandalosa, son Matilde Fernández (Somos Perú) y Juan de Dios Huamán (Frepap).
Estos casos no deben ser pasados por agua tibia. Las épocas del blindaje y corrupción ya deben quedar desterradas del Parlamento. No solo la Comisión de Ética, cuando se instale, debe tomar cartas en el asunto, y de oficio. Si ameritan acciones legales, que se proceda igual. Veremos si se escudan en la inmunidad para sacarle la vuelta a la justicia.
Esperamos que, si el Poder Judicial así lo considere y solicita el levantamiento de esa prerrogativa parlamentaria, el Congreso acceda en el acto a atender el pedido. Muchos durante la campaña se llenaron la boca para ofrecer la eliminación de la inmunidad que se había convertido en impunidad.
Varios legisladores sugieren que la Comisión de Ética investigue a los tres parlamentarios. El propio presidente del Congreso, Manuel Merino, ha dicho que él mismo formulará el pedido si ninguna bancada lo hace. Esperemos que cumpla y se corte de raíz un mal que parece crónico, porque aquí no solo se habría infringido el Código de Ética Parlamentaria, sino se ha utilizado recursos públicos para su beneficio, como indicó la legisladora Carmen Omonte.
Recién tienen una semana de instalado el nuevo Congreso y ya están dando que hablar, pero no por su buena gestión, sino por cosas que ya no deben ocurrir. De lo contrario, se tendrá que “fumigar” sus instalaciones para ver si “la epidemia” de siempre desaparece. ¿Ocurrirá el milagro?.