OPINIÓN | Julio Schiappa: "Recordar a los Canudos"
Definitivamente, una de las más importantes obras de la literatura universal es “La Guerra del Fin del Mundo”, de Mario Vargas Llosa, que es para mí el más grande autor peruano de los últimos dos siglos. La guerra entre los fundamentalistas de una secta religiosa, anarquista y a la vez revolucionaria, con el régimen político de terratenientes de Brasil, ilustra mucho de los destrozos que la división social y política puede crear. Sobre todo, cuando uno cree que la violencia extrema es la única partera de la historia.
La novela, situada entre 1893 y 1897, recrea literariamente la Guerra de los Canudos, una gigantes rebelión de los yanugos o campesinos enfrentados a los militares en la región de Bahía, en el noreste del Brasil.
Era el inicio de la República, que hasta poco antes había sido dirigida por sucesores de la monarquía de Portugal. Etapa de cambio, de concentraciones de la tierra que arruinaron a miles de campesinos. En la lucha participaron fuerzas militares de 14 estados, unos 10 mil soldados, 6,000 hombres. La comunidad de Canudos fue destruida totalmente por las fuerzas del Estado. Fue una guerra cruel y de exterminio por ambos bandos. Como la de Sendero contra el Perú.
La rebelión de Canudos fue un movimiento que tiene su origen en la interminable pobreza del desértico norte del Brasil con una población principalmente compuesta por esclavos libertos gracias a una Ley de Abolición de la Esclavitud de 1888, también indios desplazados por los terratenientes que invadieron sus selvas.
Este movimiento, liderado por Antonio Méndez, conocido como El consejero, tenía como estrategia crear un reino de Dios en la Tierra. El movimiento atrajo a miles de campesinos pobres, esclavos libertos, indios y muchos de los más pobres del país. Extremadamente personalista, El consejero no tenía ni estado mayor ni sucesores, ni técnicos en asuntos militares.
¿Por qué recordar a Canudos? Porque es una revolución popular que no tenía programa, es decir, una propuesta racional de cambios económicos y sociales. Además, la rebelión tenía un solo líder relevante, El consejero, lo que llevó al fin del levantamiento apenas este murió. Además, no tomó en cuenta la fuerza real del Estado que querían derrocar. Pensaban sustituirlo por Juan Sebastián, un monarca desconocido que El consejero decía iba a restaurar la monarquía portuguesa en Brasil, pero para favorecer a los pobres y desesperados.
Puede parecer una comparación extrema, pero para eso sirve la literatura. Perú tuvo una primera Guerra de los Canudos, que fue entre 1980 a 1995. Igualmente, cruel, milenarista, en la que Abimael Guzmán era un líder fanático como El consejero. Nunca tomó en cuenta que el sistema era mucho más fuerte que su ejército de mal armados, pero sanguinarios terroristas. Y tampoco la extremada violencia militar del Estado daba otra cosa que una paz de cementerios al -hasta hoy- pobrísimo noreste brasileño. Fue una derrota total de los pobres. La lección es clara para el Perú de hoy. Recordemos la Guerra de los Canudos.
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