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OPINIÓN | Julio Schiappa: "Que la tortilla se vuelva"

jul24
08-01-2020

Los gobiernos se volvieron locos y los ciudadanos también. No solo en Chile, sino en todo el mundo. La desigualdad hoy mueve a millones.

Ni Piñera, viejo tiburón de la derecha democrática, ni la célebre Camila Vallejo, diputada comunista, atinan a darle salida a la situación chilena. Piñera entiende la crisis pero no identifica las salidas, este proceso cuestiona el capitalismo que ha sido el catecismo que ha guiado su vida y fortuna. La Vallejo y su partido han tenido la reacción más tradicional al llamar a un paro general de la CUT y pedir la renuncia de Piñera. Los chilenos salieron por su cuenta a las calles ignorando a la vieja central obrera y llenando las alamedas con más de 1 millón de personas en un país que solo tiene 18.

Ni agenda desde el gobierno que la gente acepte sin que suene a truco, ni soluciones desde las masas que dicen representar los comunistas, ambos ya no identifican el nuevo Chile que ha surgido desde la marcha del 28 de octubre. El llamado a una Constituyente que han propuesto sectores de izquierda, y, algunos de centro es una solución a mediano plazo, pero no el tipo de soluciones pragmáticas que la gente exige. Como decía un anterior presidente de EE.UU., “es la economía estúpida”. El cambio de modelo económico por uno de mercado, que tome a la gente en cuenta, empezando por reformas tributarias como impuestos más justos para los que más tienen. Sin tener como socios a los ciudadanos ninguna empresa resulta viable, menos un gobierno.

Si la economía no da futuro a un país. Si genera desigualdades, que hacen sentir el progreso personal como imposible, hay una crisis del modelo. Por su lado psicológico y humano, por el rechazo de los ciudadanos de la juventud y la clase media a seguir viviendo con la política económica neoliberal creada por Pinochet, cuestionada hoy en todo el mundo, no hay más remedio que cambiarla ya. Si el gobierno y la sociedad no quieren que los violentos le ganen la partida en la mente de la gente. Repetimos: es cuestión de emociones y no solo de dinero.

Claro, el mercado crea sociedades con menos pobres como lo demuestran China y decenas de países en el mundo, pero si una oligarquía se apropia de los beneficios no hay motivo para que el sistema merezca apoyo de la mayoría.

Hoy la sensación de desigualdad, de maltrato en los servicios públicos y privados, es la bandera insignia de todos los movimientos sociales bajo el capitalismo. También pronto lo será bajo el capitalismo de estado chino, ruso o cubano.

En busca de una salida, Chile tendrá que aproximarse al modelo de Suecia, Noruega y Dinamarca, si quiere, en democracia y libre empresa, hacer que la tortilla se vuelva. Piñera no parece ser el presidente indicado para generar semejante cambio.