OPINIÓN | Julio Schiappa Pietra: Eutanasia política colectiva
Las democracias ya no mueren como antaño, con un presidente heroico atrapado en su Palacio de Gobierno mientras llueven las bombas y metralla. Chile, 11 de setiembre de 1973. O -muy a la peruana- cuando los golpistas sacan en pijama al presidente de turno alzado en vilo por dos fornidos cachacos.
Hoy la democracia tiene una muerte lenta en que se desliza, lentamente, al autoritarismo. La moda ya no es el golpe de Estado porque el orden mundial y de cada región los condena. Y los costos económicos los hacen una opción de incontrolable riesgo para toda sociedad que se respete.
En el Perú de hoy, esa muerte lenta puede haber comenzado con el nivel “pierde-pierde” de confrontación política y social que vivimos.
Más grave que el conflicto en sí, es la renuncia a negociar y conciliar posiciones, a reconocer una emergencia nacional en curso, en que todos pierden si siguen en trincheras opuestas. Precisamente eso es lo que está en juego en la convocatoria del adelanto de elecciones y en el huracán generado por el caso de una tía, como Tía María, a la cual muy pocos de sus sobrinos la quieren.
La sorpresiva convocatoria a elecciones adelantadas del presidente Vizcarra parece basada en una evaluación muy precisa: el gobierno no sobrevivía hasta el 2021 con un Congreso que podría vacar al presidente y censurar a sus ministros a cada paso. Esto no fue verbo explícito la vocería naranja en público, pero todos sus gestos apuntaban a esa estrategia. Ganar la Mesa Directiva del Congreso, obtener la libertad de Keiko y vacar a Vizcarra, o debilitarlo seriamente, aparentemente eran los objetivos inmediatos. Basta escuchar y ver a los dos principales voceros de la mayoría sonreír, ayer nomás, con el premier Del Solar en el Congreso y luego apuñalarlo (con perdón de Marco Bruto) en dos programas de televisión nocturnos. No hay confianza ni claridad de intereses para negociar entre las partes.
El presidente decide cambiar de tablero (patearlo es muy feo en boca de un mandatario), puesto que la “cuestión de confianza” implicaba un escenario adonde el Tribunal Constitucional -al que apelaría la mayoría del Legislativo- no le daría razón al Ejecutivo. En un giro de maquiavelismo moqueguano, dejó fuera de tablas a sus opositores al no caer en esa emboscada.
Cuando una obra de teatro o programa de televisión fracasa, sea porque no interesa al público o fue ubicado en el horario equivocado, se pasa a otra cosa. El guionista es el verdugo de todos los personajes cuyos papeles concluyen y el productor sugiere la ruta más corta a la eutanasia colectiva para acabar con el brulote.
Apresurado o no, Vizcarra es el director de teatro que ha tomado la decisión de una eutanasia política colectiva. El productor es un profesional adecuado: el premier Salvador del Solar. Los actores están declarados en rebeldía, pero creo que la mayoría del público les ha dicho que se vayan ya.