OPINIÓN | Julio Schiappa: "Infantilistas de izquierda y derecha"
En el Perú los infantilismos de izquierda y de derecha hacen peligrar la gobernabilidad.
La nueva propuesta surgida el 6 de junio, no tiene mucho que ver con los barbudos de Fidel o la China socialista de mercado, y si bastante con los procesos de Bolivia y Uruguay, entre otros, que unen democracia y justicia social. La identidad izquierdista del gobierno está en la defensa de la justicia social, en el Perú, no de un modelo extranjero.
La derecha tiene como identidad la oposición al cambio. Si tu plan anunciado es derrocar al presidente, nadie puede creer que serás capaz de unir al país. Y sin esa unidad el progreso es imposible.
Ambas posiciones están marcadas por la inmadurez de movimientos políticos surgidos de la lucha electoral y por el ritmo destructivo de la política peruana, con actores incapaces de acercar a las partes en conflicto. El infantilismo es la desviación que reduce la política a procesos elementales: confrontación y destrucción. Sin capacidad de construcción, la política deviene en ausencia de estrategia viable e ingobernabilidad.
Castillo y sus votantes rurales no son los clientes de una revolución al estilo de Cuba o China. En su inmensa mayoría son pequeños productores informales, pequeños propietarios privados, agricultores y peruanos asfixiados por el capitalismo casino. Identifican al campesino y profesor rural Pedro Castillo como un liberador, un gobernante que es inexperto porque no es parte del viejo sistema, creen que traerá el progreso a sus familias y negocios.
Por eso, propuestas descabelladas como convertir al gas en una raya divisoria de clase cuando hay casi unanimidad que el servicio debe llegar a todos, debilita a la izquierda y al gobierno. O la barbaridad de amenazar a otros poderes del Estado sin el mínimo respeto a la legalidad, subiendo el dólar al ritmo de la política chicha novo andina. Lo mismo pasa con una narrativa demonizando a las empresas privadas, que aterroriza también a los pequeños tenderos, son otra forma de hacerle el harakiri a Castillo. Ni hablar de la maniática ola de tweets y whatsapp, que deja en el ridículo a sus protagonistas. Como si la revolución que predican se hiciera vía un celular.
Hechos, no tweets. Obras y beneficios para una población aun ansiosa y fiel. El infantilismo de izquierda y el de derecha no deben ganar la partida.
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