27/12/2022 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 11/01/2023
Nadie ha sintetizado, en una extraordinaria y desorbitada novela, el carácter incontrolable de la violencia, como Mario Vargas Llosa. La Rebelión de los Canudos es un fresco de la insurrección campesina, del mesianismo religioso, de la resistencia a la modernidad del Brasil del Siglo XIX. Habiendo escrito Vargas Llosa lo que para mí es su más grande novela, resulta triste verlo actuar como bombero conservador contra el fuego de la protesta en el Perú. Igual que los Canudos, el desborde popular peruano expresa la exasperación de los pobres ante la terca negativa de gente, como este gran escritor, de reconocerlos como parte esencial de la sociedad peruana.
El Marqués Vargas Llosa tiene una distancia cruel de sus personajes. La misma distancia que tienen muchos de la élite limeña cuando no reconocen la pertenencia al país de los protestantes de la plebe andina. Peor si te dicen “terruco”, cuando tú has perdido primos y hermanos en las autodefensas contra Sendero Luminoso. Más si por tu color marrón o tu nariz de cóndor marcas una diferencia más profunda con los otros peruanos. Quizás una de las dramáticas conclusiones de la violencia de estos días, es comprobar cuan diferentes son las identidades que pueblan el Perú. Y cuan discriminadores son los medios de comunicación que no han hecho justicia ni memoria a los 30 muertos de la torpe ofensiva armada contra los protestantes en Ayacucho.
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Protestantes manipulados en el asalto a aeropuertos, o la quema de expedientes por narcotráfico en juzgados y fiscalías. Sin embargo, una mayoría era expresión de un desborde popular anunciado hace muchos años. Los de abajo ya no quieren vivir como antes y los de arriba parecen haber perdido el control del Estado.
Esa distancia también se hace evidente, cuando vemos a un oficial gatillo loco disparando a matar 3 ciudadanos en los alrededores del aeropuerto de Huamanga. En video los soldados, horrorizados, se parapetan en paredes cercanas mientras este Rambo de cantina dispara al cuerpo a otros seres humanos.
El oficial gatillo loco seguro veía Willax y escuchaba un mensaje de muerte y discriminación. No hay infiltrados en el lado de nuestro ejército, sí mucha gente a la que la DBA ha convencido que los peruanos andinos son terrucos y enemigos de la patria. Este es un retroceso ideológico y político muy grave, la incapacidad de proteger los derechos humanos y usar las armas del Estado para contener. Deben ser enjuiciados los culpables directos de los asesinatos de 30 peruanos. Y también el almirante Cueto que llamó a “exterminarlos”, doblemente grave donde aparte de jefe militar, congresista, es un líder de opinión en el seno de las fuerzas operativas. Además de presidente de la Comisión de Inteligencia, lo cual lo vuelve triplemente responsable por llamar a exterminio en plena asonada.
No puede aducir el retiro como pretexto, porque tiene a su cargo la Comisión de Inteligencia del Congreso, una vértebra de la seguridad del Perú. Debe ser llamado a Ética y Fiscalización, así como perder la presidencia de la comisión que supervisa los servicios secretos del país.
¿Se impondrá el silencio, después de la matanza de Canudos, de la novela del Marqués, o habrá justicia que castigue a los autores de las matanzas de diciembre en Perú?
A los autores materiales como el oficial Gatillo Loco, y, espirituales o mediatos como el Sr. Cueto.
No queremos otra guerra del Fin del Mundo.
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