14/08/2019 / Exitosa Noticias / Columnistas / Actualizado al 09/01/2023
Todas las reglas políticas y éticas se basan también en conceptos no escritos, acuerdos que todos aceptan para que un sistema funcione.
Una de ellas es la de la privacidad de las negociaciones políticas, materia de un escándalo que viene escribiendo una historia llena de histeria. El Perú entero es un lloradero de culpables, tanto libres como encerrados, adonde el duelo de los corruptos se confunde con la defensa de la democracia.
Y la democracia no está en peligro en el Perú, lo que sí está a punto de sepultarnos es la falta de confianza que en ella generaría la libertad de los corruptos, que un sector minoritario del país quiere imponer a la mayoría de peruanos.
Las encuestas demuestran que están en minoría absoluta en el país: 78 de cada cien encuestados están a favor del adelanto de elecciones, 78 por ciento exigen que el Congreso apruebe el proyecto de adelanto (ojo 86 por ciento en Lima), 63 por ciento piden el cierre del Congreso, 39 piensan que el legislativo obstruye la acción del gobierno.
Cifras pavorosas para los enemigos del presidente Martín Vizcarra, que, al ser ignoradas o descalificadas, solo dinamitan las bases del consenso democrático. Gestos y actos que nos hacen pensar que el camino de regreso a tiempos de dictadura quizás está pavimentado de naranjas.
En su libro Como Mueren las Democracias, el peruanólogo y profesor de Harvard, Steven Levinsky, afirma que “las democracias funcionan mejor cuando las constituciones se apuntalan con normas democráticas no escritas”. Dos normas de este tipo han sido vitales en los Estados Unidos: primera, la tolerancia mutua o el acuerdo de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos, en segundo lugar la contención, o la idea que los políticos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas institucionales. Levinski termina su lúcido comentario señalando que estas normas no constitucionales fueron los guardavallas de la democracia de EE.UU. Estas evitaron la destrucción de la democracia, como en la Europa de los años 30, o Sudamérica de las décadas de 1960 y 1970. En ambos casos, sangrientas dictaduras reemplazaron a la democracia.
La lucha de facciones, que hoy postulan la vacancia del presidente de la República es un ejemplo de la falta de tolerancia mutua de líderes de los raquíticos grupos políticos del país. No aceptan como adversarios legítimos a sus rivales electorales. Menos a un presidente surgido de la sucesión constitucional, que los ha puesto en tajante minoría como hemos señalado.
Tampoco es recomendable el exceso de uso de la fuerza institucional de la Presidencia de la República.
No confundan, las cifras hablan claro, el pueblo ha dicho lo que quiere en las encuestas, con el claro canto gregoriano del no a la impunidad.