OPINIÓN | Jorge Solís: "El efecto cascada de la política. ¿A dónde va el país?"
El dólar volvió a subir e irónicamente acaba de juramentar al señor Julio Velarde como presidente del BCR, al haber sido ratificado en el mencionado cargo, el cual viene desempeñando desde el mes de octubre del 2006; asimismo, fueron juramentados los nuevos directores representantes del Ejecutivo. La subida del dólar y la profundización de la crisis económica no hace más que confirmar lo que sostuve semanas atrás en un artículo intitulado “EL ESPEJISMO DEL BCR, UNA GOLONDRINA NO HACE VERANO”. Entonces se especulaba sobre la permanencia o no del prestigiado banquero, cual TOTEM de la economía.
Debo recordar que entre la política y la economía existe una simbiosis indisoluble, por eso se habla de política económica, como el conjunto de instrumentos con los que los hacedores de política, Ejecutivo, BCR, entre otros, tratan de ayudar a que se generen equilibrio, siendo su objetivo prioritario el crecimiento y la estabilidad. La definición técnica de política económica según Economipedia: la política económica comprende las acciones y decisiones que las autoridades de cada país toman dentro del ámbito de la economía. A través de su intervención se pretende controlar la economía del país para proporcionar estabilidad y crecimiento económico, estableciéndose las directrices para su buen funcionamiento.
A medida que un gobierno va estableciendo una determinada política económica, se encarga del control de diferentes factores económicos importantes en la vida del país.
Por eso resultaba una quimera, supeditar la buena marcha de la economía del país a la ratificación formal del Sr. Julio Velarde como presidente del BCR, cuando se pretende implementar políticas socializantes, como la estatización de la industria minera, gasífera e hidrocarburos. La expropiación y nacionalización de tierras (segunda reforma agraria). El dimensionamiento del Estado a través del Banco de la Nación, el Banco Agrario y la participación en otras actividades económicas y como corolario, para instrumentar estos propósitos necesitan de una nueva Constitución; todo lo que conlleva a generar grave incertidumbre en el mercado y los agentes económicos, las consecuencias las estamos experimentado.
Como si todo este nubarrón fuera poco, tenemos un gobierno fallido que capituló ante el terrorismo, tras la muerte del genocida Abimael Guzmán, ministros hediondos, la estulticia del inquilino de la casa de Pizarro, y la pusilanimidad o complicidad frente a los atentados contra instalaciones mineras e ingenios agroexportadores, teniendo como catapulta erigirse como paladines de la producción de la hoja verde; califican estos cien días de soledad, como el tiempo del oprobio. ¡Dios nos coja confesados!
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